lunes, 29 de diciembre de 2014

EXTRA!! CAPÍTULO 3

Feliz Navidad y Año Nuevo a tod@s!!
Perdón por el retraso en los comentarios, las contestaciones, etc....
He tenido unos meses muy difíciles que no me han permitido satisfacer todos mis deseos.
Pero ahora ya vuelvo a estar otra vez aquí.
He recibido varios escritos pidiendo si se puede hacer un esfuerzo y publicar el capítulo 3, así que yo también he hecho un esfuerzo y se ha conseguido.
En este capítulo aparece un nuevo personaje, el instructor Roger. Puede parecer insensible y apático al principio, pero ya se verá, jejejje. Disfrutad del episodio.
Seguid mandando vuestros comentarios y sugerencias. Responderé a todo.


                                      3. CLAES vs SUZU
Claes se despertó con los primeros rayos de sol que se filtraban sobre su ventana. Se desperezó un poco, se levantó con rapidez, y echó un vistazo desde la ventana. Desde su habitación podía verse el jardín, a primera hora de la mañana las flores estaban más hermosas y bellas, relucían con los rayos solares y la princesa siempre miraba el jardín con interés. Había mucha diversidad de flores en el jardín,  magnolias, rosas, amapolas, jazmines, flores de azahar, azucenas, violetas, cada conjunto con su parterre individual pero que le daban al jardín un toque harmonioso y mágico. Y la muchacha siempre contemplaba el jardín al levantarse, por que era el momento de máximo esplendor, donde las flores eran puras. También había varios pinos y pequeños arbustos que terminaban de configurar la realeza de aquel jardín. Claes seguía ensimismada, pero un par de golpes a la puerta la hicieron volver a la realidad. Se apartó de la ventana y se sentó en la cama.
-          ¿Princesa? ¿Estás despierta? – era la voz de Mindy.
-          ¡Adelante Mindy! – la doncella entró y saludó a la muchacha con una enorme sonrisa, que la princesa le devolvió.
-          Buenos díaaaaaaaaaas. ¿Has dormido bien?
-          Estupendamente, gracias.
Mindy ya venía preparada con la indumentaria de entrenamiento de la princesa, pues su lección se iniciaba en un corto espacio de tiempo. Desvistió a la joven y le puso su ropa para la lección de espada. Una camisa blanca, unos pantalones negros en cuyo cinturón estaba la espada de madera, y unas botas cómodas. Se despidió de Claes y puso rumbo a la habitación de Suzu. Recorrió los bellos y ornamentados pasillos de palacio, como era habitual en ella, con una sonrisa, y cada cierto tramo emitía silbidos. Las demás doncellas y mayordomos que se cruzaban con ella ya estaban acostumbrados a verla tan sonriente. Y no importaba lo duro que fuera su trabajo, ella siempre sonreía. Llegó a la habitación de Suzu y llamó a la puerta con un par de golpes. No oyó respuesta alguna. Abrió la puerta con cuidado y se fijó en la cama. La muchacha dormía profundamente. La doncella volvió a golpear la puerta, y ésta vez Suzu abrió los ojos. Mindy le dedicó una dulce sonrisa y la joven se la devolvió.
-          Buenos días, lady Suzu.
-          Buenos días, Mindy. Por favor, sólo Suzu.
-          Como quieras. He traído ropa para la lección con la princesa. Te visto y os subo un poco de comida a ambas. – Suzu se levantó de la cama y se desperezó con fuerza. Había dormido muy bien. El hecho de poder confiar plenamente en los reyes y haber contado su historia la hizo sentir aliviada y feliz.
-          Puedo vestirme sola. Estoy acostumbrada. – Mindy negó con la cabeza y con un gesto de dedos, pero sin quitarse su sonrisa.
-          No puedo permitirlo. Es mi trabajo. Te guste o no te guste, te visto yo. Y lo hago encantada.
Suzu no intentó nada más y se resignó. Se dejó hacer. Mindy le quitó el pijama y le puso ropa para la sesión de entrenamiento. Una camisa verde oscuro, unos pantalones negros y unas botas muy parecidas a las de Claes. Los sastres ya estaban haciendo ropa para ella, pero de momento tenía que seguir cogiendo la de la princesa. Por suerte, ambas eran parecidas y la ropa encajaba a la perfección. Mindy le hizo también la triple coleta que ella llevaba cuando la conoció. Pequeñas cintas de color azul celeste que la niña se había quitado antes de dormir, que iban enganchadas al pelo en forma de pequeños lazos. La doncella se despidió también de la hija de Fáran. Le subió un poco de comida a cada una, y luego continuó haciendo sus tareas.
Suzu estuvo tentada de coger su lanza y colgarla en su espalda, pero las lecciones las darían con armas de madera para no hacerse daño y evitar accidentes. Miró la lanza con cariño, pensando en su padre, que estaba en una misión muy importante, y salió de la habitación. Abrió la puerta y se llevó un buen susto cuando vio a Claes allí, plantada en la puerta de la habitación, esperándola.
-          ¡Claes! ¡No vuelvas a hacer eso! ¡Me has asustado! – Suzu estaba aún medio sorprendida. Claes esbozó una dulce sonrisa.
-          ¡Perdona! Iba a llamar, pero has abierto antes. No era mi intención asustarte. – Suzu emitió un suspiro.
-          Ahora ya está. Pero la próxima vez avisa. Bueno, ¿qué quieres?
-          Acompañarte a la zona de entrenamiento. Vamos a dar juntas las lecciones de espada y lanza. Y como aún no te conoces el camino he decidido venir y vamos juntas.
-          Tampoco es tan complicado. Mindy me ha dicho la dirección a seguir y tengo bastante buena orientación. – Suzu lamentó haber soltado esas palabras y desestimado el ofrecimiento de la princesa.
-          Bueno, como quieras. Me dirijo al jardín. La zona de entrenamiento está cerca. Te veo allí en breve. – Claes se dio la vuelta y empezó a andar hacia la salida de palacio para ir al jardín. Suzu la cogió por el brazo y la detuvo.
-          ¡Espera! Vamos juntas. Seguro que al final me acabo perdiendo y preguntando por el jardín.
A Claes le brillaron un poco los ojos. Asintió con la cabeza las palabras de la princesa y ambas empezaron a recorrer los pasillos de palacio. No tardaron mucho en llegar a la puerta que daba acceso al jardín. Claes la abrió y ambas la cruzaron. Empezaron a recorrer el jardín y Suzu se quedó ensimismada por la belleza de las flores y el bonito paisaje que estaban recorriendo. El día anterior no había tenido tiempo de disfrutar de la espectacular visión del jardín. Se chocó con la princesa casi al saltar una de las paredes que daban acceso al interior del palacio, y después estuvo la visita con Mindy, pero no salieron al jardín. Tras la reunión con sus majestades los reyes, Suzu había pasado el resto del día en la habitación, mientras los sastres le tomaban medidas y le preguntaban por el tipo de ropa y los colores que querían que ellos le confeccionasen. Pero ahora sí dedicó un poco más de tiempo a disfrutar de la embriagadora belleza del jardín. Se detuvo a olisquear algunas flores. Claes la miró y sonrió. Empezaba a sentir una gran empatía hacia ella. Ambas seguían en ese pequeño mundo de fantasía que habían creado alrededor del jardín, pero una voz varonil y muy pronunciada las devolvió a ambas a la realidad.
-          ¡Vaya, vaya! Así que las niñas se divierten jugando en el jardín.
-          ¡Instructor Roger! ¡Qué sorpresa! – Claes puso cara sorprendida al ver a Roger. El semblante del instructor era serio e indiferente. Miró a Suzu, sin dejar su indiferencia.
-          La hija de lord Fáran, supongo. Bien. Si queréis después de la lección os regalo un collar de flores a cada una. – Roger se esfumó tan rápido como había venido. Suzu miró a Claes.
-          Menudos modales. Aún tenemos un poco de tiempo antes del inicio del entrenamiento. ¿Qué más le dará dónde lo pasemos?
-          Es exigente y duro, pero no es mala persona, créeme. Es su carácter y su forma de ser. No le juzgues por sus comentarios sarcásticos.
Suzu asintió las palabras de Claes. Ambas empezaron a recorrer el jardín rumbo al patio de entrenamiento. Roger era el instructor personal de la princesa. Ahora sería instructor de ambas. No era fairiano. Venía del reino de Wilbell, dónde se situaba la capital continental. Era un hombre de unos 30 años. Tenía el pelo moreno, corto a la altura del cuello y siempre lo llevaba con una ralla en medio. Tenía los ojos marrones y Claes nunca le había visto sonreír. Y portaba un orondo y frondoso bigote. Vestía con una coraza de color plateado, unas mallas azules, brazales metálicos negros, quijotes metálicos plateados y botas oscuras. Había sido recomendado personalmente por la propia reina continental Anashtar. Manejaba armas bastante variadas. Sin ser un gran especialista en ninguna, era perfecto para iniciar en cualquier disciplina, pues sabía lo básico de cada arma. Tenía fama de ser muy exigente, pero pese a que aún era joven había logrado buenos resultados. Las muchachas terminaron de recorrer el jardín y llegaron finalmente a una gran explanada de tierra, que era donde tendría lugar su lección diaria. Roger ya las estaba esperando. Llevaba en la mano una lanza de madera no muy grande, para Suzu. El instructor las vio llegar. Con el mismo semblante de indiferencia, se acercó a Suzu y le dio la lanza. La muchacha la miró y comprobó que había sido tallada hacía poco. La joven miró al instructor y esbozó una sonrisa, agradeciendo el detalle de haber tallado la lanza para ella. Roger ni se inmutó, no hizo ningún gesto ni cambió su semblante. Se acercó a las muchachas.
-          Hija de Fáran. Te voy a decir lo mismo que le dije a Claes el día que empecé a adiestrarla con la espada. No esperes un trato diferente sólo por ser la hija de lord Fáran. ¿Te ha quedado claro?
-          Sí, señor. Muy claro. Y prefiero que me llaméis Suzu, si no os importa. – la muchacha le sostuvo la mirada sin pestañear.
-          Muy bien. Para empezar, veinte vueltas a la explanada. Venga, moved ese trasero haragán.
Claes aún recordaba su castigo del día anterior. Pero no podía hacer nada más que obedecer a su instructor así que ambas empezaron a recorrer la explanada. Suzu llevaba la lanza en la mano. Ambas hicieron las vueltas a bastante velocidad. Mientras recorrían la explanada, Roger iba sacando pequeños soportes de madera cubiertos de paja con forma de muñeco. Sacó cuatro. Dos de ellos tenían en las manos espadas de madera y una lanza, y se giraban si se les impactaba. Tras acabar las vueltas, las muchachas fueron al centro de la explanada, que era donde Roger las esperaba.
-          Bien. Ahora unos cuantos ejercicios físicos para que los músculos del cuerpo se preparen también. 100 flexiones de piernas y otras 100 de brazos y hombros. ¡Adelante, señoritas!
-          ¿100 de cada? A éste paso vamos a terminar perdiendo el conocimiento antes de empezar con los ejercicios de armas.
-          ¡Oh! Quizá la princesita quiera volver a su habitación a jugar con muñecas. He dicho 100 y son 100. Y no se me discute. A la próxima aumentaré a 200.
Claes quiso abrir la boca para protestar, pero se contuvo. Sabía que era inútil tratar de discutir con Roger. Nunca mostraba ninguna emoción, nadie sabía qué le rondaba por la cabeza. Siempre con ese semblante tan indiferente. Y no le gustaba que nadie discutiera su autoridad. Ni siquiera en presencia de los reyes cambiaba su semblante. La joven princesa empezó a hacer las flexiones junto con Suzu. La hija de Fáran hacía las flexiones de forma rápida y con cierta maestría para su corta edad. Estaba claro que Fáran le había enseñado cosas. Ambas terminaron sus ejercicios. Claes había empezado a sudar. En cambio, Suzu aún estaba fresca como una rosa.
-          ¡Siguiente ejercicio! 50 golpes altos, 50 bajos y 100 al torso. Claes, primero con la mano izquierda y después con la derecha. Suzu, tú gastas ambas manos para sujetar la lanza así que haz el doble de golpes. Los golpes básicos son esenciales. Recordad la postura, la flexión de piernas. No perdáis de vista el objetivo. ¡Empezad!
Las muchachas empezaron a descargar los golpes sobre aquellos muñecos de madera rellenos de paja. Roger miraba a ambas. Suzu realizaba los golpes con precisión, sin desperdiciar movimientos, completamente concentrada en su adversario. Con Claes era diferente. El instructor le corrigió en varias ocasiones su flexión de piernas y la posición de sus brazos al lanzar los golpes. Tras acabar el ejercicio, Claes cayó al suelo. Respiraba con dificultad, y tenía los ojos cerrados. Roger cogió un cubo de agua que había cerca y se lo echó a la muchacha, que casi se ahoga. Se levantó y empezó a toser. Suzu se puso a su lado para ayudarla.
-          ¡Aún no hemos terminado! Ahora hay que repetir los golpes pero en los otros muñecos. Os advierto que éstos se giran y os atacarán. Debéis atacar y defender. Podéis bloquear los golpes o esquivarlos.
-          Podríais tener más cuidado, instructor. Casi me ahogo.
-          La culpa es tuya por ponerte a descansar. Se descansa sólo si yo lo ordeno.
-          Pero….. – Claes no pudo terminar la frase. Roger se acercó y la levantó de golpe.
-          Ni peros ni sandíos. ¡Golpead los muñecos! ¡Venga!
Roger la volvió a dejar en el suelo. Y les hizo un gesto con la cabeza a las muchachas para que empezaran a golpear los muñecos y prepararse para defender o esquivar los golpes. Suzu seguía mostrando una disciplina digna de admiración. Seguía dando los golpes con precisión y maestría, y bloqueaba o esquivaba los golpes del muñeco con soltura. No recibió ningún golpe del muñeco. Claes lo tuvo un poco más difícil. Recibió un par de impactos en el torso y uno en las piernas que la hicieron ponerse de rodillas. Roger la ayudó a levantarse y la animó a que siguiera con el ejercicio, sin cambiar su semblante ni un ápice. Le corregía la posición de piernas y brazos. Tras acabar el ejercicio, Claes se dejó caer al suelo de espaldas. Estaba cansada, sudando y le costaba respirar. Suzu empezaba a estar fatigada pero apenas se le notaba.
-          Es todo por ahora. Durante la tarde repetiremos solamente los ejercicios de los muñecos. Venga, marchad.
Suzu ayudó a Claes a levantarse. Ambas se fueron en dirección al jardín. Roger había empezado a recoger los muñecos y guardarlos en una pequeña sala de armas que había en las torres de vigilancia. También guardó la lanza y la espada de las muchachas. Al poco llegó Cedric. Se puso al lado del instructor.
-          ¿Qué tal ha ido?
-          Tal como me imaginaba. La hija de Fáran posee una técnica excelente. Ha hecho todos mis ejercicios a la perfección.
-          ¿Y la princesa?
-          Hoy he sido un poco más duro. Les he hecho hacer más ejercicios de lo habitual. Le ha costado un poco, pero ha conseguido terminar. Hay algo en esa muchacha.
-          Bueno, es la hija de sus majestades Christopher y Farmel. Es natural que demuestre algo de talento.
-          Supongo que sí. Ya sólo quedan 36 días para el combate oficial. Si no me equivoco va a pelear con la hija de Fáran, ¿cierto?
-          En efecto. Fue petición de la princesa. Lady Suzu está más preparada así que en principio es la favorita. Supongo que la princesa empieza a despertar por fin el espíritu de guerrera que duerme en su interior. Tengo curiosidad.
-          Suzu va a ganar. Pero el combate no será sencillo para ella.
-          No os entiendo, instructor Roger.
-          Paciencia. Lo entenderéis.
Cedric se despidió de Roger y se retiró a proseguir con sus menesteres diarios. Claes y Suzu empezaron a recorrer el jardín. De pronto distinguieron una figura no muy lejana a su posición. Se acercaron y pudieron comprobar que se trataba de Mindy, que las estaba esperando, como ya era habitual en ella, con una sonrisa.
-          Madre mía, princesa. ¿Qué os ha pasado? – Mindy puso cara un poco sorprendida. La ropa de la princesa estaba sucia y mojada.
-          Pues que Roger casi me ahoga con un cubo de agua. Y estoy agotada.
-          ¿Os preparo un baño?
-          Para mí sí, por favor. – Claes miró a Suzu y ésta negó con la cabeza.
-          No hace falta. Yo estoy bien, pero gracias.
-          Suzu, espérame en mi habitación. En cuanto acabe, tenemos que ir a la biblioteca con Vok hasta que sea el momento de comer.
-          Vamos, lady Suzu. Os acompaño y aprovecho para coger ropa limpia del armario de la princesa. – Mindy hablaba respetuosamente de nuevo por que se hallaban fuera de la habitación. Suzu iba a negarse, no se acostumbraba a que le hicieran todo. Pero asintió con la cabeza.
Mindy y Suzu siguieron recorriendo el jardín en dirección a la habitación de Claes. La princesa entró en palacio por la puerta del centro del jardín y se dirigió a darse un baño y a relajarse un poco.
La doncella y la muchacha llegaron a la habitación de la princesa y entraron. Mindy abrió el armario y le cogió otro conjunto igual que el que llevaba. Por la tarde iban a practicar más, así que le puso no se lo iba a cambiar. Se despidió de Suzu y se fue a reunirse con Claes. Siempre con una sonrisa, sin importarle para nada recorrerse el palacio una y otra y otra vez. Suzu se dio cuenta que la habitación ya había sido limpiada y ordenada. Cogió un libro de la princesa y lo empezó a leer, mientras esperaba a Claes. La princesa salió de su baño como nueva. Mindy le puso la ropa nueva y depositó la sucia en un recipiente de barro, para lavarla. Ambas se separaron. Claes se apresuró a llegar a su habitación.  Abrió la puerta y observó a Suzu que leía uno de sus libros con cierto interés. Pero el deber les llamaba así que ambas volvieron a salir de la habitación de Claes y pusieron rumbo a la biblioteca. No tardaron mucho en llegar. Claes abrió las puertas dobles y ambas entraron. En una de las estanterías estaba Vok ordenando algunos libros. Oyó el sonido de las puertas al abrirse y cerrarse y desvió la mirada. Observó a la princesa y a la otra muchacha y esbozó una sonrisa. Clavó su mirada profunda en la muchacha pelirroja, pues era la primera vez que la veía en persona.
-          Buenos días princesa. Buenos días jovencita.
-          Buenos días. – dijeron ambas, primero Claes y luego Suzu.
-          ¿Qué os trae por aquí?
-          Venimos a que nos dé la lección diaria.
-          ¡Ah, sí! Perdonad. Entonces vos sois lady Suzu.
-          Efectivamente. Es un placer.
-          No, muchacha. El placer es mío. Conozco todas las historias sobre vuestro padre, contadas de primera mano por su majestad el rey Christopher. Creedme, es un honor compartir mis conocimientos con unas jovencitas tan hermosas.
Ambas se sonrojaron un poco. El anciano las acompañó hasta una de las mesas. Las muchachas se sentaron. Vok cogió un libro que tenía preparado en una de las estanterías cercanas, lo abrió y empezó la narración. Vok contó una historia que vivió cuándo él era más joven. Era mago, pero no destacaba. Su poder mágico era un poco más bajo que el que solían tener los magos a su edad. No obstante vivió el horror de ver cómo el reino iba perdiendo belleza y esplendor. En su época de juventud, los reinos vecinos de Wendar y Jynx estaban en guerra con Faír. El antecesor del rey Christopher fue el que logró firmar la paz y terminar la época de guerra. Y era importante que ese tratado de paz no se rompiese por ningún motivo. Vok no les contaba aquello para asustarlas, sino para prepararlas en caso de necesidad. La paz podía romperse en cualquier momento. Las muchachas escucharon con atención todo el relato del anciano. Mientras escuchaban la historia, varios nobles iban entrando a la biblioteca. Se acercaban, saludaban a los tres, si tenían alguna pregunta sobre algún libro o buscaban alguno y no lo veían, le preguntaban al anciano, que les indicaba amablemente la localización del libro que estaban buscando.
-          No lo entiendo, Vok. ¿Por qué hay guerras? Son crueles, muere gente y se pierden hogares y lugares bonitos.
-          Por muchas razones, princesa. El ser humano es belicoso. Por eso es importante mantener los tratados de paz.
-          Mi padre me ha comentado que la reina Anashtar también influyó para que la paz en los tres reinos se firmara. Y aún a día de hoy se esfuerza como nadie para mantener dicha paz. – dijo Suzu.
-          En efecto, lady Suzu. Su majestad la reina Anashtar es una pieza clave. Fundamental para mantener la paz.
-          Ella manda incluso sobre mis padres. Me gustaría conocerla.
-          Mi padre trabaja directamente para ella. Tuve el honor de conocerla durante una recepción, y puedo afirmar que impresiona.
-          Vaya. ¡Menuda suerte! Tendréis que perdonarme, jovencitas, pero el deber me llama. Venid mañana y os cuento otra historia.
-          Seguramente vendremos esta tarde a leer un poco, cuando acabemos la lección. Cuídese, Vok.
-          Hasta pronto, muchachitas.
Vok se despidió de las jóvenes y siguió con su trabajo en las estanterías.
-          ¿Qué nos toca hacer ahora? – preguntó Suzu.
-          Pues…… podemos ir al comedor por que queda poco para el mediodía y hay que comer. Yo estoy hambrienta.
-          La verdad es que yo también. El ejercicio y el relato me han abierto el apetito.
Ambas muchachas salieron de la biblioteca y pusieron rumbo al comedor. Suzu se quedó maravillada cuando vio la mesa del comedor, ovalada y tan decorada. Estaba claro que el palacio era una obra de arte por dentro y por fuera. Al poco llegaron los reyes, que saludaron a ambas muchachas. Mientras esperaban a Cedric para empezar a comer, sus majestades preguntaron qué tal les había ido la mañana a las niñas. Claes contó lo que había pasado con Roger en el jardín y más tarde cuándo le tiró el agua del cubo y casi la ahoga. También contó que la había agarrado y levantado del suelo. Los monarcas preguntaron si Roger había llegado a agredir a la princesa, o sólo la había levantado para sermonearla. Claes dijo la verdad. No era la primera vez que Roger lo hacía. Tenía merecida su fama. Era un instructor que exigía mucho, pero no llegaba a nada más. Ya la había levantado otras veces. No le disgustaba que Roger fuera duro y exigente, eso la ayudaría a estar más preparada, pero le gustaría que de vez en cuando sonriera o cambiara su semblante tan indiferente. Los reyes le dijeron que eso no lo iba a conseguir fácilmente, si es que llegaba a conseguirlo alguna vez. Al poco llegó Cedric. Tras la comida, las muchachas dispusieron de tiempo libre hasta la hora de la lección de la tarde, así que cada una se fue a su respectiva habitación. Por la tarde repitieron los ejercicios de los muñecos. Roger seguía con su semblante indiferente. Después de darles golpes a los muñecos las muchachas fueron a la biblioteca a leer un poco. Tras finalizar la lectura iban de nuevo al comedor a cenar. Eran los únicos momentos en los que Claes y Suzu podían ver y hablar con los reyes, en las comidas. A no ser que hubiera algún evento fuera de lo estipulado, las muchachas seguían el mismo itinerario. Mindy las levantaba, las vestía y les daba el desayuno. Tras el desayuno recorrían el jardín y se ponían en manos de Roger que hacía el mismo entrenamiento día tras día. Las vueltas, las flexiones, los muñecos. Una vez finalizado el primer entrenamiento se iban a la biblioteca y daban una lección con Roger. Siempre les contaba alguna anécdota curiosa de su vida. Tras lo cual iban a comer y podían hablar con los reyes. Disfrutaban de un poco de tiempo libre cada una hasta principios de tarde, que daban otra sesión con Roger. Otra pasadita por la biblioteca para leer un poco. La cena, de vez en cuando un baño y a la cama. Así pasaron 36 días. Había llegado el esperado momento del combate oficial de la princesa. Era hora de ver los resultados del entrenamiento. Al llegar el alba, con sus primeros rayos de sol iluminando el hermoso jardín de palacio, Claes estaba asomada a la ventana como de costumbre, quedándose embobada viendo la magia de las flores en perfecta armonía. Mindy no tardaría en llegar, así que se preparó para recibirla. Efectivamente, al poco escuchó los golpes tras la puerta.
-          Princesa soy Mindy. ¿Puedo entrar?
-          La puerta está abierta.
Mindy abrió la puerta y entró. No llevaba en la mano el atuendo que utilizaba la princesa para entrenar. Claes se percató de ello. Llevaba otra indumentaria diferente. Llevaba una pequeña armadura fairiana.
-          Buenos días princesa. ¿Estás nerviosa? ¡Tu primer combate!
-          Buenos días Mindy. ¿Eso que llevas en la mano no será….?
-          Efectivamente. Es la armadura oficial del reino de Faír. Echa exclusivamente para ti. Vamos a probártela inmediatamente. – la doncella vistió a Claes con la armadura, y no pudo evitar mirarla de arriba abajo.
-          Estoy nerviosa, Mindy, pero emocionada. Tengo ganas de ver si el entrenamiento de Roger ha servido de algo. Y de ver a Suzu en acción.
-          Lo harás bien. Tú relájate. Coge aire y suéltalo.
-          ¿Va a venir mucha gente a verme?
-          Por supuesto. Los reyes, Cedric, Roger, yo, y gente de la ciudad que quiere ver a su princesa en acción.  – Claes tragó saliva. Se había puesto como un flan.
-          Tengo miedo. ¿Y si no soy una buena guerrera? ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si……? – Mindy le tapó la boca con la mano y le dedicó una sonrisa. Le hizo un gesto con la cabeza, para que apartara las ideas negativas de la cabeza.
-          Confía en ti. Voy a por Suzu. Nos vemos en la explanada.
Mindy se despidió de la princesa con su sonrisa habitual. Cogió la armadura de Suzu y se dirigió a su habitación. Llamó a la puerta. Suzu abrió al poco tiempo. La doncella entró.
-          Buenos días Suzu. Te traigo tu ropa.
-          Buenos días Mindy. Vaya. Es la armadura fairiana, ¿no?
-          Por supuesto. Es el primer combate de la princesa y también será un buen entrenamiento para ti.
-          Estoy ilusionada. Aunque soy la favorita por que mi padre me enseñó desde más tiempo, Claes es hija de dos héroes. No sé lo que puede pasar.
Mindy vistió a Suzu con la armadura. Le quedaba perfecta, igual que a la princesa. Al contrario que Claes, Suzu estaba muy calmada. No parecía nerviosa. Ella ya sabía lo que era un combate de entrenamiento. Había disputado varios con su padre. Y siempre había perdido. Fáran siempre le decía a su hija que no se confiara, que no bajara la guardia nunca. Los adversarios aparentemente más débiles pueden ganar. Fáran había derrotado a seres más fuertes que él. Así que la muchacha no tenía que confiarse. Ella tenía ventaja, y tenía que saber aprovecharla. Mindy se despidió de Suzu y puso rumbo a la explanada de los entrenamientos, lugar escogido para el combate.
Las muchachas habían decidido la noche anterior  encontrarse en el pasillo que daba acceso al jardín. Suzu llegó primero. Claes no tardó en llegar. Ambas se examinaron. Sonrieron y se dieron un fuerte apretón de manos. Pusieron rumbo a la explanada. No se dijeron nada. No querían ponerse nerviosas entre ellas. Era un entrenamiento. El combate serviría para observar los avances de Claes y la técnica que Fáran le había enseñado a su hija. Ambas llegaron a la explanada y comprobaron que ya estaban todos allí. Eran las últimas en llegar. Los reyes también iban vestidos con la armadura fairiana. Cedric iba con su túnica, como siempre. Roger con su atuendo habitual, y Mindy con su atuendo de doncella. Había también varios aldeanos y algún noble. Los aldeanos iban vestidos con atuendos básicos, camisas de varios colores, pantalones, algunos de ellos de aria y botas sencillas. Entre los nobles también había diversos atuendos, saya, bliaud, brial, cotardia…
Roger acompañó a las muchachas al centro de la explanada, y le dio su arma de madera a cada una. Se alejó un poco pero seguía estando en primera fila, con los reyes, Cedric y Mindy. Las muchachas cogieron sus armas, saludaron con una reverencia respetuosa a los monarcas y al resto de asistentes y se prepararon para el combate. A Farmel le llamó la atención un pequeño detalle. Suzu había cogido la lanza por la mitad. Muchos lanceros aprovechaban la longitud del arma en beneficio propio. Aunque eso podía ser una desventaja. Si el golpe era fallado, el lancero era completamente vulnerable. Sonrió para sí misma. Fáran había preferido enseñarle a su hija que con esa forma de coger la lanza se perdería rango, pero ganaría defensa. Había empezado a llover, pero no iban a detenerse. Christopher levantó la mano. Ambas muchachas se miraron a los ojos, muy seriamente. El rey bajó la mano y el combate empezó.
Claes salió disparada hacia Suzu e intentó golpearla en el costado. La hija de Fáran esquivó el golpe con rapidez. Intentó aprovechar la pequeña ventaja que tenía lanzando un golpe ascendente, pero la princesa bloqueó su ataque. Ambas armas se cruzaron. Claes dio un pequeño salto hacia atrás y asestó una buena estocada dirigida al torso de su oponente. Suzu logró bloquear el ataque con su lanza. La hija de Fáran se agachó y le propinó un fuerte golpe en el estómago con la lanza. Claes retrocedió un poco. Se recompuso y siguió atacando. La princesa lanzaba buenas estocadas y variadas, y a Suzu le costaba esquivar todos los ataques y tuvo que bloquear alguno. Claes optó por un golpe con un poco más de intensidad y Suzu bloqueó el ataque a duras penas. Ambas armas volvieron a chocar, ésta vez de manera un poco más violenta. Ambas muchachas se miraron. Estaban concentradas, querían dar buena impresión. Claes no tenía ninguna técnica. Sus golpes eran simples. Pero aún así a Suzu le estaba costando golpearla, pese a que era la favorita. Las muchachas saltaron hacia atrás y ésta vez fue Suzu la que inició el ataque. Los golpes de Suzu eran rápidos, bien dirigidos, sincronizados, y Claes lo estaba pasando mal pero consiguió bloquear la oleada de golpes de su contrincante. Pero el último ataque sí consiguió impactar. Suzu había girado la lanza hacia la izquierda, pero en última instancia lanzó un golpe ascendente. Claes recibió el impacto y cayó al suelo de espaldas. Suzu se acercó para darle el golpe de gracia y acabar el combate. Claes flexionó las piernas, y con un salto ágil se puso en pie y consiguió golpear el torso de Suzu, que retrocedió, asombrada por lo que había pasado. Roger miraba el combate con orgullo. Sólo le había enseñado golpes básicos, pero le había dado también gran flexibilidad, y reflejos, y Claes había demostrado que había logrado interpretar la finalidad de aquellos extraños ejercicios. Los espectadores estaban encantados con el combate. No les importaba la lluvia, no se preocupaban de tener sus ropas mojadas. En ese momento sólo importaba ese entrenamiento. Algo en el interior de Claes estaba pidiendo a gritos salir fuera. Era el instinto de la guerrera que llevaba dentro. Sabía que tenía las de perder, pero se estaba divirtiendo y estaba aprendiendo. Claes esbozó una sonrisa dirigida a su rival. Suzu le devolvió la sonrisa, hizo un par de giros con la lanza y se lanzó de nuevo al ataque, tras aquél pequeño receso. Ésta vez la muchacha le imprimió más potencia a su golpe y Claes lo bloqueó casi de milagro. Pero Suzu era más fuerte, consiguió romper la defensa de la princesa y le asestó un duro golpe al costado. Claes hizo un gesto de dolor, se puso la mano en el costado mientras con la otra seguía alerta. Suzu atacó de nuevo. Claes bloqueó el ataque a duras penas e intentó un contraataque, pero la hija de Fáran lo esquivó con una facilidad asombrosa y puso la punta de su lanza de madera en el cuello de Claes.
-          Has perdido, princesa. – Suzu retiró su lanza.
Claes dejó caer su espada de madera. Ambas se miraron. Claes cayó al suelo de espaldas. Respiraba entrecortadamente, pero mostraba una gran sonrisa. Cerró los ojos y disfrutó de la lluvia. Los abrió de nuevo y vio que Suzu le había tendido la mano y la miraba también con una sonrisa. Claes se levantó ayudada por Suzu.
-          Sabía que no te podía ganar. Eres increíble.
-          Lo has hecho muy bien, Claes. Tu primer combate ha sido muy bueno. Y has logrado golpearme una vez. Chica, menuda agilidad para levantarte así de rápido.
-          Eso es por Roger. Ya te dije que no era mala persona.
Suzu asintió con la cabeza. Los reyes empezaron a aplaudir, y al poco todas las personas que habían ido a ver el combate aplaudieron también. Las muchachas se sonrojaron. Vok también había decidido asistir. Abriría la biblioteca un poco más tarde ese día. Roger se acercó a las muchachas y le puso una mano en el hombro a cada una. Seguía mostrando un semblante indiferente. Él era así.
-          Habéis estado bien las dos. Podéis estar orgullosas. A partir de mañana empezaremos también con el combate cuerpo a cuerpo, sin armas. Es posible que vuestros rivales os quiten el arma. Debéis estar preparadas para todo. Descansad el día de hoy. Os lo habéis ganado. – Roger les acarició el pelo a ambas, que estaba muy mojado.
Las muchachas llegaron hasta dónde estaban los reyes. Los monarcas miraban a ambas niñas con orgullo, con satisfacción y con cierta nostalgia. Christopher no pudo evitar recordar tiempos pasados, compartidos con Fáran. Deseó que su misión tuviera éxito y pudiera volver pronto.
-          Hija, estamos orgullosos de ti. Ha sido un buen primer combate. – dijo Farmel.
-          Suzu, sin duda eres ya una gran guerrera. Sigue por ese camino. – dijo Christopher.
-          Gracias. – dijeron ambas.
Al poco paró de llover. Daba la sensación que había llovido sólo por el combate que habían disputado Claes y Suzu. Se procedió a las despedidas y todos reanudaron sus tareas. Tras volver primero a sus respectivos aposentos y proceder al cambio de atuendo pertinente. Mindy acompañó a las muchachas a sus habitaciones y les cambió la ropa. Ambas pidieron llevar su ropa de entrenamiento, pese a que no iban a entrenar más ese día.
Claes pasó la mayor parte de la mañana en la biblioteca.
Suzu prefirió quedarse en su habitación.
Roger entró en la sala del trono, con su particular indiferencia. Los monarcas estaban sentados en sus respectivos tronos, con Cedric a su lado. El instructor se detuvo al pie de los escalones.
-          Parece que vuestro método es eficaz. – dijo el monarca.
-          Yo apenas he hecho nada. Sólo le he enseñado lo básico. Ha sido ella la que ha sabido adaptar mis ejercicios al combate.
-          Aún así, podéis estar orgulloso. Ya que estáis aquí, me gustaría hablar de esa costumbre vuestra de coger a la gente e intimidarla de esa manera. No pongo en duda vuestra eficacia como instructor, no me malinterpretéis. Y no lo digo tampoco por nuestra hija. Sencillamente creo que no deberíais hacerlo. – Farmel habló con claro tono de reproche. No le gustaba que Roger cogiera a su hija para darle miedo y lo dejó bien claro. Lo adornó con respeto para que no se notara mucho.
-          Soy consciente que a veces me excedo. Y pido disculpas. Vuestra hija tiene algo. Algo que va más allá de ser la hija de dos héroes. Algo que aún no sé lo que es, no llego a discernirlo, pero está ahí. De todas formas me controlaré, no sólo con ella, con las personas que tenga a mi cargo.
No había nada más que decir así que Roger abandonó la sala. El resto del día transcurrió sin alteraciones. Las muchachas decidieron entrenar un poco, por su cuenta. Y estuvieron en la biblioteca. Cenaron y se acostaron cuando llegó la hora. A la mañana siguiente, Suzu seguía sumida en el sueño cuando unos fuertes golpes en la puerta la despertaron. Se oía la voz de Claes al otro lado. Parecía nerviosa.
-          ¡Suzu! ¡Suzu! Despierta, por favor. Ha llegado un guerrero de la reina Anashtar. Y trae noticias sobre Fáran.

sábado, 26 de julio de 2014

CAPÍTULO 2 Y MAPA

                                                          CAPÍTULO 2  Y  MAPAS

Hola hola holaaaaa!!!! Aunque ha tardado bastante más de lo previsto, ya está aquí el capítulo 2.
Éste será el último capítulo que se podrá publicar de forma gratuita. Ahora tod@s a hacer fuerza para que se consiga publicar el libro completo. Al final del capítulo tenéis la posibilidad de ver el mapa del planeta. Lo ha hecho mi compañera de trabajo Carolina Estrada, así que ánimo también para ella. Espero recibir muchas visitas y comentarios. 

 
                        2. HIJA DE FÁRAN
Claes seguía recorriendo los bellos y ornamentados pasillos de palacio. Iba a su habitación a reunirse con Suzu y Mindy y a esperar que Cedric volviera de avisar a sus padres. Le había prometido a Suzu que hablaría con su padre, y había logrado que Cedric fuera a buscarlo. Pero mientras seguía caminando por los pasillos, no se podía quitar de la cabeza las palabras del mago. Había dicho que sus padres estaban en un momento “íntimo”. La niña asoció la palabra a que seguramente sus padres estaban solos, pero eso era algo habitual. Ellos dos y Cedric pasaban la mayor parte del tiempo juntos. Se apresuró. De camino a su habitación se encontró con varias doncellas y mayordomos que inclinaban la cabeza y saludaban a la joven princesa, y ésta les devolvía el saludo. Finalmente llegó a su habitación. Una puerta de madera blanca, muy bonita y cuidada. Abrió la puerta y entró. Dentro se encontraban Mindy y Suzu. La doncella tenía un plumero en la mano y estaba limpiando. Suzu estaba ojeando libros en una estantería, maravillada. La habitación de Claes era bastante bonita. Semicircular, con una ventana de madera, como todas las de palacio, redonda. En el lado izquierdo había un gran armario de madera con varias molduras alrededor. A su lado una pequeña construcción rectangular de madera con varias separaciones o estantes, donde habían diversos libros. En el lado derecho la cama con dos cojines blancos, y sábanas de seda de color amarillo claro. Y una pequeña mesita de madera con dos cajones en el lado izquierdo de la cama. En la cabecera había tallado el dibujo de un león. En el centro una mesa circular de madera y tres sillas también de madera con respaldos y cojines azules de terciopelo.
-          Bienvenida, princesa. ¿Cómo os ha ido? – preguntó Mindy pero primero le dirigió una bonita y cálida sonrisa que la niña le devolvió. Suzu dejó los libros y estuvo atenta.
-          Cedric ha ido a avisar a mis padres. Tenemos que esperarle. – Claes miró a Suzu y frunció el ceño. - ¿Puedo ver vuestra lanza? – le preguntó la princesa a la muchacha.
-          Por supuesto, pero no es una lanza tal cual. Es un palo circular y una daga enganchados con una cuerda. Es un arma primitiva pero eficaz. Me la hizo mi padre para el viaje. – Suzu cogió la lanza de su espalda, la miró con cariño y se la dejó a la princesa.
La joven princesa cogió la lanza y la observó con detenimiento. Era verdad que era muy primitiva, pero era su primera toma de contacto con un arma de filo auténtica. La cogió con ambas manos e hizo un par de movimientos de ataque, con cuidado de no romper nada. Para ser la primera vez que cogía un arma de verdad, lo hacía bien, teniendo en cuenta que aún era una niña y llevaba poco tiempo siendo adiestrada, y con espada de madera, no de filo. Claes le devolvió la lanza y Suzu se la volvió a poner a su espalda.  De repente Claes miró fijamente a Suzu. Los ojos negros de la princesa y los ojos azules de la hija de Fáran se cruzaron. Parecía que se estaban examinando con la mirada. Claes frunció el ceño, sin apartar la vista de Suzu.
-          ¿Puedo haceros una pregunta con sinceridad?
-          Adelante. Formulad vuestra pregunta. – Suzu también frunció el ceño mientras aguantaba la mirada de Claes. Mindy tragó saliva.
-          ¿Podemos hablarnos con normalidad, al menos aquí? – Claes esbozó una dulce sonrisa. Mindy y Suzu suspiraron.
-          ¿En serio? – Suzu cambió a una mirada agraciada.
-          Claro. Nuestros padres son amigos, y tenemos una edad similar. El protocolo nos obliga a ser educadas, y eso está muy bien, siempre y cuando estemos en alguna recepción o en algún evento oficial, pero aquí, en mi habitación, podemos apartar el protocolo y ser nosotras mismas. ¿Qué te parece? – Claes le guiñó un ojo a la sorprendida Suzu, que sonrió amablemente.
-          No tengo inconveniente. Y, si te digo la verdad, lo prefiero.
-          Entonces está hecho. – Claes le tendió la mano a la muchacha y ambas se dieron un fuerte apretón de manos, para dar por zanjado el asunto. – Y no te preocupes por Mindy. Cuando está a solas conmigo, también le dejo que me hable normal.
-          Esa bondad es heredada de su padre. Le sale natural. Y la adoro. Está para comérselaaaaaaaa. – Mindy abrazó con dulzura a Claes y le dio un par de besos muy dulces y cálidos en la frente.
La doncella no tenía ningún hijo, no por falta de pretendientes, que podía escoger al que quisiera, así que se encariñó mucho con la princesa. La niña era muy buena con ella y pasaban tiempo juntas, conversando y a veces, cuando la doncella tenía tiempo, leían juntas. Suzu vio el vínculo que unía a la princesa y a la doncella, y no pudo evitar sentir melancolía. Claes se apartó de los brazos de Mindy y volvió a mirar a Suzu, con el ceño fruncido. La muchacha le devolvió la mirada y frunció el ceño también. Mindy suspiró. “¿Qué pasa ahora?” Se dijo para sí misma mientras observaba a las dos chiquillas tan serias.
-          ¿Cuántos días vas a permanecer aquí? – preguntó Claes.
-          Aún no lo sé. Primero tengo que darle la carta al rey. Pero supongo que un tiempo. ¿Por qué lo preguntas?
-          Por que dentro de 37 días es mi primer combate oficial, y me gustaría luchar contigo. – Claes volvió a mostrar una sonrisa.
-          ¿Estás segura? – la muchacha puso cara extrañada.
-          Sí. Es imposible que pueda vencerte, ya lo sé. Llevo muy poco tiempo manejando la espada de madera, y tú seguro que estás más curtida y tienes más experiencia, pero me haría mucha ilusión. Es egoísta por mi parte, lo sé, pero…. – Claes no pudo terminar la frase.
-          Acepto encantada. Será un honor compartir un combate de entrenamiento con la hija de dos héroes aquí en Faír. Pero te advierto, no pienso darte tregua.
-          Mejor. – De nuevo un fuerte apretón de manos.
Se oyeron un par de golpes detrás de la puerta.
-          ¿Princesa? ¿Estáis ahí? – dijo Cedric.
-          Podéis entrar, Cedric. La puerta está abierta.
Cedric abrió la puerta. Observó a Mindy que había vuelto a sus tareas de limpieza. Se fijó detenidamente en Suzu. La saludó muy cortésmente y la muchacha correspondió con otro saludo.
-          ¿Así que vos sois la hija de lord Fáran?
-          En efecto. Soy Suzu. Es un placer, Consejero Cedric.
-          El placer es mío. Disculpad que interrumpa. Lady Suzu, sus majestades os atenderán inmediatamente. Seguidme, por favor. Princesa Claes, venid también, por favor.
Ambas asintieron con la cabeza las palabras de Cedric. El mago saludó a Mindy y ésta le devolvió el saludo. Ahora los tres recorrían los pasillos de palacio. Bajaron varias escaleras, como era habitual en aquella construcción, de mármol con alfombras de terciopelo de varios colores.
No tardaron mucho en llegar a unas grandes puertas dobles completamente blancas, que daban acceso a la sala del trono. Cedric abrió las puertas y, con un gesto, les indicó a las muchachas que entraran. Una vez las jóvenes estuvieron dentro de la sala, el mago volvió a cerrar las puertas. La sala del trono no era muy grande, pero sí bonita. Era cuadrada, con varias columnas a los lados, una lámpara de araña con varios candelabros, que a aquella hora estaban apagados. En el lado derecho dos grandes ventanales rectangulares, diferentes a los que habían en el resto de palacio. Varias cortinas de seda decoraban aquella majestuosa sala. Al fondo habían varios escalones, con su alfombra roja, los tronos reales y detrás una pequeña puerta de madera, que seguramente sería el acceso a los aposentos privados de los monarcas, pues custodiando esa puerta había dos soldados ataviados con la armadura fairiana, un hombre y una mujer, y portaban una lanza, que mantenían cruzada, dando a entender que estaba prohibido el paso. Los sillones reales estaban hechos de oro, tanto el del rey como el de la reina.  Para sorpresa de Claes, los reyes iban vestidos con la armadura fairiana, y no con su atuendo real. Ese detalle llamó la atención de la princesa. Cedric le había dicho que sus padres estaban en un momento íntimo, y los encuentra vestidos con su armadura. Así que la niña pensó que seguramente estarían combatiendo entre ellos, un entrenamiento privado o algo así. Lo que sí llevaban puestas eran sus coronas reales, que relucían, y el manto rojo con bordes blancos, en el caso del rey, manto completamente plateado en el caso de la reina. Y Farmel llevaba también su tiara de plata. No había nadie más en la sala.  Las jóvenes llegaron al pie de los escalones. Suzu hincó una rodilla en el suelo y agachó la cabeza. Cedric subió los escalones y se detuvo a la derecha del monarca.
-          Majestades Christopher y Farmel de Faír. Os presento a Suzu, hija de lord Fáran. – dijo Cedric.
-          Levántate. – dijo Christopher refiriéndose a Suzu.
La muchacha obedeció y se levantó. Suzu estaba maravillada. Su padre le había contado que el rey era capaz de intimidar con su mera presencia, y no se equivocaba. Se sentía una enana en comparación a su majestad.
-          Acércate. – le dijo entonces el rey.
Suzu tragó saliva. Se había puesto nerviosa. Aquella presencia la había dejado casi paralizada. Claes le puso una mano en el hombro, y le hizo un gesto con la cabeza para que siguiera adelante, que no tuviera miedo. Pero no era miedo lo que sentía. Se le hizo un nudo en la garganta, pero se deshizo de él, y obligó a sus pies y al resto de su cuerpo a moverse. Poco a poco ascendió los escalones. Se detuvo en el último. Si el rey no se lo ordenaba, no podía avanzar más. Christopher la miró, muy concienzudamente. Pero descubrió ternura, felicidad, y más cosas preciosas en la mirada del monarca. Farmel también la miraba con interés.
-          ¿Así que eres hija de Fáran? – dijo Farmel, mientras seguía observando a Suzu.
-          En efecto, majestad.  – la muchacha seguía nerviosa.
Christopher se levantó y se dirigió a donde estaba la muchacha. Con su porte y su elegancia característicos, se plantó delante de la niña, que no sabía cómo reaccionar.
-          Estás muy tensa, muchacha. Relájate, que no va a pasar nada. ¿Acaso tu padre no te ha hablado de mí?
Christopher miró a los ojos a la muchacha. Tal como había dicho Fáran, el rey intimidaba, pero no había peligro siempre y cuando no se buscara. Suzu consiguió calmarse un poco. De hecho, que no hubiera más gente en la sala la ayudó, y el rey le estaba dando un trato cordial, sin protocolo, para que la muchacha no se sintiera cohibida.
-          Ma….majestad…..te……tengo…….la – a Suzu le estaba costando hablar. Claes se puso a su lado y le colocó una mano en el hombro.
-          Padre, lo que Suzu quiere decir es que tiene dos cosas que entregar. – Claes le hizo un gesto con la cabeza a la muchacha para que le diera lo que le tenía que dar, y esbozó una sonrisa.
Suzu llevaba en una mano el pergamino con el mensaje, y en la otra la daga envuelta que servía de prueba que decía la verdad. Le ofreció el envoltorio con la daga al rey. Éste cogió y empezó a desenvolverlo hasta que finalmente quedó al descubierto la daga que él mismo le había regalado a su amigo. Al verla, varios sentimientos inundaron al monarca. Sobre todo nostalgia. Incluso parecía que sus ojos empezaban a humedecerse, pero recuperó su porte. Un rey no puede mostrar debilidad en la sala del trono. Farmel se levantó y observó también la daga. No había ninguna duda. Era la daga de Fáran. Christopher le devolvió la daga a la muchacha. Suzu le entregó el pergamino. Ambos monarcas se sentaron de nuevo en sus tronos. Christopher desenrolló el pergamino y ambos empezaron a leer su contenido. Reconocieron la letra de Fáran al instante. No había ninguna duda al respecto. Suzu seguía un poco tensa, miró a Claes y ésta le sonrió y volvió abajo, a su posición inicial. El semblante de los monarcas mientras leían el mensaje era serio, muy serio, con ciertos tonos de preocupación que eran fácilmente leíbles en sus rostros.
“ Estimados amigos Christopher y Farmel:
Parece mentira pero ya han pasado diez años. Perdonadme por no ponerme en contacto anteriormente. Trabajar para la reina continental Anashtar es sumamente agotador. Aunque no es excusa. Lo siento de verdad. Tengo una noticia muy importante, que puede afectarnos a largo plazo, a todos, a todo el continente.
Recientemente se han detectado actividades anormales en la zona Este del Paso Brumoso. Parece que Anguld el Desterrado está realizando algún experimento de los suyos. Anashtar me ha escogido a mí y a un grupo de cuatro guerreros más para investigar dichas anomalías. Es arriesgado. Anguld es poderoso y peligroso, y no sabemos qué puede tramar. Llegaremos al Paso Brumoso a través de Gwendalavia.
Y aquí viene la segunda noticia , no menos importante.
La muchacha que trae este mensaje es mi hija Suzu. Bueno, no compartimos lazos de sangre, puesto que yo nunca me he casado. Pero es mi hija. La quiero como si lo fuera. La rescaté hace siete años y desde entonces la he considerado mi hija, y ella me considera su padre. Puede que ella os cuente toda lo historia.
Hace diez años me dijiste que si alguna vez necesitaba tu ayuda que te la pidiera sin dudar. Yo te tomé la palabra y te prometí que lo haría. Por nuestra amistad y nuestro fuerte vínculo, ha llegado el momento de saldar la deuda. He enseñado a Suzu a manejar la lanza y un poco de supervivencia. Sabe pescar y tiene experiencia al luchar contra pequeños trasgos y criaturas salvajes de pequeño tamaño. Pero no puedo llevarla conmigo en esta misión. Me duele en el corazón tener que separarme de ella. Pero sé que la dejo en buenas manos. Si salgo vivo de ésta misión, pediré a Anashtar que me conceda el retiro y me dedicaré en cuerpo y alma a estar con mi hija. Te dejo lo más preciado que tengo, amigo mío. Por favor, cuida de mi hija. Y saluda a Claes. Seguro que está muy grande ya. Debe de tener una edad similar a la de mi hija, así que puede que se hagan amigas, continuando nuestro vínculo una generación más.
Soy un mal padre y un mal amigo. No te he dado noticias en diez años y ahora te pido algo muy grande. Pero eres la única persona a la que le puedo pedir esto.
Una vez más, perdón por no darte mejores noticias tras diez años de ausencia. Cuidad de Suzu, os lo ruego. Haced de ella una buena guerrera, digna de su padre.
Se despide, partiendo a una misión muy complicada, tu mejor amigo y un gran amigo de Farmel.
                                                                            FÁRAN”

Farmel miró a Suzu con el ceño fruncido y cierto aire preocupado.
-          Suzu, ¿tu padre te ha explicado a qué has venido? – dijo Farmel. La muchacha soltó un suspiro. Estaba ya más relajada.
-          Sí. He venido a quedarme en Faír hasta que mi padre termine su misión. Y a continuar mi adiestramiento como guerrera. Así pues, ahora estoy enteramente a vuestro servicio, majestades.
Suzu hizo una cálida y respetuosa reverencia dirigida a los monarcas.
-          Cedric, avisad inmediatamente a Mindy. Que organice un poco la habitación Especial. Suzu se quedará desde hoy en esa habitación. Es una invitada de honor. La hija de lord Fáran. Avisad también a varias doncellas para que encarguen ropa a los sastres reales. Elegante, cómoda, para entrenar, ropa de dormir, batines, botas, de todo. Que le tomen medidas y le hagan ropa. Y Mindy queda a cargo también de Suzu. Será doncella personal de ambas. A partir de mañana darán juntas sus lecciones. – dijo Christopher, con tono autoritario pero condescendiente.
-          Inmediatamente, majestad. Cómo ordenéis. – dijo Cedric, despidiéndose de los monarcas y de las muchachas con reverencias, y saliendo a bastante velocidad de la sala.
Christopher miró a Farmel, y ésta asintió con la cabeza, diciéndole que había hecho lo correcto. Suzu bajó los escalones y se puso al lado de Claes, que la recibió con una amplia sonrisa.
-          ¿A qué no ha sido tan difícil?
-          Al principio sí. Me he quedado en blanco. El aura de tu padre es increíble.
-          Lo sé. Y la de mi madre también. A mí personalmente me asusta cuando se pone de mal humor. – esto lo dijo en voz baja.
-          Jovencita, lo he oído. Ya hablaremos más tarde. – Farmel lo había escuchado.
-          No, madre, estoooo…. Perdón, lo siento, fue sin querer, yo…… - Claes agitó las manos y sonrió. Farmel emitió un suspiro.
-          Christopher, dile algo a tu hija. Ahora Suzu se pensará que soy un ogro o algo por el estilo.
-          Nada de eso, majestad. La verdad es que es una escena familiar a la que no estoy acostumbrada. Y estoy interesada, nada más. – dijo Suzu con sinceridad.
Farmel reprimió el impulso de levantarse del trono y abrazar a la muchacha, pero se contuvo. Aunque sólo estaban ellos cuatro y los dos guardias que custodiaban la puerta en la sala, seguía siendo la sala del trono y había que actuar en consecuencia. De todas formas no hubo tiempo para nada más por que las puertas dobles de la sala se abrieron y entraron Cedric y Mindy. La doncella hizo una reverencia a los monarcas y a las niñas y se puso al pie de los escalones, justo al lado de las muchachas.
-          Majestades, la habitación Especial ya está lista. Y he avisado a varios sastres. En breve vendrán a tomarle medidas a lady Suzu.
-          Siempre me sorprendes Mindy. Un paso por delante de los acontecimientos. – Farmel le dirigió una tierna mirada de satisfacción.
-          Con el debido respeto, majestad, no creeríais que he llegado a ser doncella personal de la princesa y de lady Suzu sólo por mi cara bonita, ¿verdad? – Mindy estaba emocionadísima, así que se permitió el lujo de bromear con la reina. Farmel se lo consintió, se había ganado su puesto a pulso.
-          Mindy, llévate a Suzu. Instálala y esperad a los sastres. Tenemos que reanudar nuestras tareas, todos. En marcha. – dijo finalmente Christopher.
Todos en la sala asintieron. Mindy y Suzu salieron de la sala del trono. Christopher y Farmel bajaron los escalones y miraron a Claes con orgullo.
-          Estamos muy orgullosos de ti, hija. Esa muchacha podría haber sido perfectamente una impostora. – dijo Christopher.
-          Sabía que no lo era. Algo en mi interior me lo decía. No puedo explicarlo, pero lo sabía.
-          Eso lo has heredado de mí, hija. Es un don maravilloso. Puedes adivinar si una persona tiene buenas o malas intenciones sólo con mirarla. Pero debes andarte con cuidado. El don a veces falla si confías en exceso en él. – dijo Farmel.
-          Tendré cuidado. Por cierto, ya que estamos aquí. Le he pedido a Suzu que sea mi rival en mi combate oficial de entrenamiento.
-          ¿En serio? – Christopher estaba sorprendido.
-          Sí. No la voy a ganar, lo sé, pero quiero luchar con ella.
-          Bueno, si es lo que quieres, concedido. Pero antes tenemos que hablar del comentario que has dicho hace poco, jovencita.
-          Madre, lo siento. Se me ha escapado. Ha sido sin querer.
-          Pero ha estado mal. Y mereces ser castigada. Diez vueltas alrededor de palacio. Venga. Ya.
-          ¿Quéeeeeeeeeee? ¿Tengo que correr? Me he bañado hace poco y me he puesto ropa más elegante. – Claes puso cara de circunstancias. Miró a su padre, desesperada.
-          Yo estoy de acuerdo con tu madre. Ha sido una falta de respeto hacia ella. – Christopher la miró tajantemente.
Al final Claes asintió con la cabeza, emitió un suspiro ahogado y profundo y salió de la sala, dispuesta a correr sus diez vueltas.
Tras aquella improvisada reunión se reanudaron las actividades normales del día. Mindy y Suzu llegaron a la habitación Especial, que Mindy había decorado de forma que fuera casi idéntica a la habitación de Claes. La puerta de entrada era blanca, como la de la princesa. El interior era también muy parecido. El armario, un poco más pequeño que el de Claes. La estantería con pocos libros por que hacía tiempo que no se usaba y Mindy aún no había llenado del todo los estantes. La cabecera de la cama no presentaba la figura tallada del león, era plana con unos relieves circulares. Las diferencias eran nimias. Ésa sería su habitación desde ese momento. Suzu se quitó la lanza y la depositó en un rincón. Se sentó en la cama. Muy mullida y cómoda. Mindy sonrió. Ambas esperaron a que llegaran los sastres, que no tardaron mucho. Le tomaron medidas y se fueron a sus respectivos talleres a preparar ropa para que la muchacha no cogiera prestada la de la princesa. Pero aquella noche la tenía que pasar con ropa de Claes. Mindy ya había pensado en eso y le había preparado un bonito pijama a cuadros de varios colores, y un batín de seda de color verdoso oscuro, que había traído del armario de la princesa. Aún faltaban unas horas para el anochecer, pero había sido un día largo y agotador, así que decidió probarse el pijama y el batín. Le quedaban estupendamente. Mindy iba y venía, ya que tenía que atender a las dos muchachas.
Claes, después de terminar su castigo, y estar medio exhausta, le pidió a Mindy que le preparara otro pequeño baño y la ropa de noche. La doncella le trajo un pijama de color amarillo y un batín también de seda de color rojo. Ambas muchachas pidieron cenar en sus respectivas habitaciones, así que Mindy iba cargada con las bandejas de una habitación a otra, pero no le importaba. Era su trabajo y no ponía objeciones.
Los reyes se sorprendieron un poco al no ver a su hija y a Suzu en el comedor en la hora de la cena. Mindy les explicó a sus majestades que las niñas estaban cansadas y habían preferido cenar en sus habitaciones. Había sido un día extraño, así que les concedieron lo que habían pedido. El comedor era una gran estancia rectangular, con una enorme mesa ovalada en el centro. A lo largo de la mesa había varias construcciones de metal con candelabros. Diez sillas a cada lado, más dos en cada uno de los extremos. Un total de veinticuatro personas podían comer en esa mesa, aunque raramente eran tantas. Por lo general, los reyes y la princesa y Cedric, y de vez en cuando algún noble. La lámpara del techo tenía forma de seta con varias velas. Varias ventanas, circulares por supuesto, y cortinas de seda que terminaban de adornar la estancia.
Cedric fue el primero en terminar de cenar y se retiró a sus aposentos.
-          Tienes que ir a hablar con Suzu, Christopher. – dijo Farmel, con un semblante muy serio.
-          ¿Ahora? Está cansada tras el duro viaje. Necesita descansar.
-          Christopher, está asustada. En parte lo entiendo. Eres una persona carismática e imponente. Necesita saber que estás de su lado. Lleva varios días sin ver a su padre y sin nadie a su alrededor. Está desorientada.
-          Ya sabes que no puedo negarte nada. Pero tú también vienes. Fáran también es tu amigo. Y se te dan mejor éstos menesteres. – Christopher miró a su mujer de forma tajante y Farmel esbozó una dulce sonrisa.
-          Por supuesto que voy.
Ambos salieron del comedor. Aún llevaban puestas las armaduras. No se habían puesto la ropa de noche. Cruzaron a toda prisa los pasillos hasta llegar a la habitación de su invitada. Muy educadamente el rey golpeó la puerta. Suzu la abrió y se quedó sorprendida al ver a los reyes.
-          ¡Majestades! ¡Qué sorpresa! ¿Ocurre algo?
-          ¿Podemos pasar? Queremos hablar un poco contigo. – dijo el rey con semblante serio, pero amistoso.
-          Claro. No hay problema. – Suzu les hizo un gesto con la mano y los monarcas entraron.
Observaron la estancia y vieron el duro trabajo de Mindy. La había aseado y arreglado en un corto espacio de tiempo. Suzu se sentó en la cama, aún un poco sorprendida por la visita.
-          Bueno, sé que nos acabamos de conocer, pero queremos decirte que puedes contar con nosotros para lo que quieras. Cualquier cosa, nos lo comunicas y haremos lo posible por solventar el problema. – dijo el monarca con una mirada penetrante, pero llena de ternura y cariño.
-          Gracias, lo haré.
-          No tienes por qué disimular, jovencita. Sé exactamente cómo te sientes. Y reprimirlo no te ayudará. Déjalo salir de vez en cuando. Nosotros estamos y estaremos aquí. Mi marido y yo te ayudaremos en todo. – las dulces palabras de Farmel hicieron mella.
Suzu se dejó llevar. Sus ojos empezaron a humedecerse. Hacía varios días que se había separado de su padre. Había viajado por tierras desconocidas, sorteando varios peligros. No era débil, pero aún era una niña. Necesitaba desahogarse. Así que empezó a llorar desconsoladamente, sin parar. Las lágrimas le salían aunque ella se esforzaba para que no salieran. Farmel se sentó a su lado. La muchacha se acercó, y siguió llorando, abrazada a la reina. El rey también se acercó, y le acarició el pelo con dulzura y cariño. La niña finalmente logró percibir el cariño y la bondad que el rey emanaba pese a su figura imponente, y, sin dudarlo, se acercó, hundió su cabeza en el pecho del rey y continuó desahogándose.
Tras un buen rato, Suzu empezó a emitir sollozos, dando a entender que estaba terminando. Aún seguía con la cabeza hundida en el pecho del rey, pero se separó y volvió a quedarse sentada en la cama.
-          ¿Verdad que ahora te sientes mejor? – dijo Farmel con una tierna sonrisa en la cara.
-          Sí. Gracias, de verdad. Os lo agradezco de corazón.
-          Ahora duerme, pequeña. Mañana será un día maravilloso. Ya lo verás. – le dijo Christopher.
-          ¿Puedo antes contaros un relato que me contó mi padre cuando tenía 6 años?
-          Claro.  – dijeron ambos al unísono. – y Suzu empezó su relato.
-          Pues bien. Hace aproximadamente siete años, un bravo guerrero que no le tenía miedo a nada, que manejaba la lanza con gran soltura, que era aclamado y tratado como un héroe, y que se llamaba Fáran…….. – se detuvo un momento y observó que los reyes estaban completamente atentos a aquella historia que Suzu les estaba contando. Prosiguió.
-          Dicho héroe descubrió una guarida de bandidos. Sin pensárselo repartió justicia y acabó con todos. Pero se percató de algo. En un pequeño rincón oyó unos gemidos que provenían de una pequeña jaula de madera. Fáran se acercó y pudo ver en el interior de la jaula una pequeña niña de aproximadamente tres años, con el pelo rojo y ojos azules, casi desnutrida y con ropa destrozada. Fáran buscó bien y encontró pergaminos que confirmaban que aquella niña enjaulada era la hija de los líderes bandidos, y que pretendían venderla como esclava cuando hubiera alcanzado la edad oportuna.
Ambos reyes hicieron un gesto a la niña para que no siguiera contando la historia. Acababa de llorar desconsoladamente, y estaba claro que Suzu estaba contando su propia historia, aunque fuera a modo de cuento. Suzu negó con la cabeza, quería seguir. Al final ambos monarcas asintieron, y prestaron mucha atención.
-          Fáran sacó a la niña de la jaula y se la llevó a su casa. No sabía exactamente qué edad tenía. A juzgar por su tamaño unos tres años. Durante los tres años siguientes, Fáran alimentó a esa pequeña, le enseñó a hablar, ya que al principio sólo balbuceaba y emitía gemidos, las personas que la concibieron no se habían molestado en enseñarle ni lo más básico. Fáran apenas se separó de la chiquilla y la cuidaba bien. Había decidido que el día que la había rescatado de su jaula, dado que iniciaba una nueva vida, sería el día de su aniversario. Pues bien, el día que la chiquilla celebraba su sexto aniversario fue un día que esa niña nunca olvidará. – Suzu estaba empezando a ponerse triste de nuevo. Ambos reyes le sonrieron, y le cogieron la mano. Suzu había decidido sincerarse por completo y siguió.
-          El día que la niña cumplió 6 años, Fáran llevaba en una mano un zurrón con muchas monedas de oro. En la otra, nada. Fáran decidió contarle la verdad a la chiquilla. Le contó la verdad acerca de sus padres. No le ocultó ningún detalle. Le dijo que planeaban venderla como esclava. Pero, aún así, seguían siendo sus padres, y él los había matado. Le dijo a la niña que él era una mala persona y no podía continuar cuidando de la chiquilla. Así que le ofreció un montón de dinero. Y le dio a elegir. Aquella niña, con sólo 6 años tuvo que decidir entre seguir con el asesino de sus padres o iniciar una nueva vida. La niña no lo entendía. Fáran la había rescatado, le había dado un hogar, una identidad, se había convertido en su padre. Así que la niña empujó con fuerza la mano que sostenía el zurrón hasta que éste cayó al suelo. Ése día me convertí oficialmente en la hija de Fáran. Y ese día fue el día que empezó a llamarme Suzu. Mi verdadero origen no nos importaba, a ninguno. Desde los tres años he sido, soy ahora y seré por siempre la hija de Fáran, aunque no tengamos lazos de sangre, nuestro vínculo es igual de fuerte.
Ambos reyes estaban sorprendidos por la historia. El mensaje de Fáran les había puesto un poco sobre aviso pero lo que había contado la muchacha de diez años había superado con creces cualquier posible evento imaginado por sus majestades.
-          ¿Y lo tuviste tan claro con sólo 6 años? – preguntó Christopher.
-          Sí. Fáran me salvó. De no ser por él ahora posiblemente sería una esclava en cualquier casa de algún reino. Me enseñó a hablar, a leer, me alimentó adecuadamente. Se portó como un padre. Y para él también fue difícil. Me había cogido cariño durante los tres primeros años que estuvo cuidándome. Contarme la verdad fue duro para él. Si hubiera cogido el zurrón, nos habríamos separado. Probablemente para no vernos nunca más. No quiero pensar en eso. Fáran lo ha dado todo por mí. Le pidió tiempo a la reina Anashtar para atenderme debidamente. No me importa decirlo una y otra vez. Fáran es mi padre.
-          Y nosotros sus amigos. Y también parte de tu familia. Fáran es casi como un hermano para nosotros. No lo olvides. Puedes confiar en nosotros. – le dijo muy amablemente el monarca.
-          Lo sé. Gracias, de verdad.
-          Y ahora sí que debes dormir, jovencita. Buenas noches. – dijo Farmel después de darle un cálido beso en la frente.
Ambos monarcas salieron de la habitación. Suzu se quitó el batín y finalmente se acostó. Rápidamente sucumbió al sueño. Era la primera vez que dormía en una cama tan mullida. Los reyes fueron a la habitación de Claes, que estaba despierta, leyendo uno de sus libros, y le dieron también las buenas noches.
Christopher y Farmel se retiraron a sus aposentos, se dieron un merecido baño y también se acostaron.