Perdón por el retraso en los comentarios, las contestaciones, etc....
He tenido unos meses muy difíciles que no me han permitido satisfacer todos mis deseos.
Pero ahora ya vuelvo a estar otra vez aquí.
He recibido varios escritos pidiendo si se puede hacer un esfuerzo y publicar el capítulo 3, así que yo también he hecho un esfuerzo y se ha conseguido.
En este capítulo aparece un nuevo personaje, el instructor Roger. Puede parecer insensible y apático al principio, pero ya se verá, jejejje. Disfrutad del episodio.
Seguid mandando vuestros comentarios y sugerencias. Responderé a todo.
3. CLAES
vs SUZU
Claes se despertó
con los primeros rayos de sol que se filtraban sobre su ventana. Se desperezó
un poco, se levantó con rapidez, y echó un vistazo desde la ventana. Desde su
habitación podía verse el jardín, a primera hora de la mañana las flores
estaban más hermosas y bellas, relucían con los rayos solares y la princesa
siempre miraba el jardín con interés. Había mucha diversidad de flores en el
jardín, magnolias, rosas, amapolas,
jazmines, flores de azahar, azucenas, violetas, cada conjunto con su parterre
individual pero que le daban al jardín un toque harmonioso y mágico. Y la
muchacha siempre contemplaba el jardín al levantarse, por que era el momento de
máximo esplendor, donde las flores eran puras. También había varios pinos y
pequeños arbustos que terminaban de configurar la realeza de aquel jardín. Claes
seguía ensimismada, pero un par de golpes a la puerta la hicieron volver a la
realidad. Se apartó de la ventana y se sentó en la cama.
-
¿Princesa?
¿Estás despierta? – era la voz de Mindy.
-
¡Adelante
Mindy! – la doncella entró y saludó a la muchacha con una enorme sonrisa, que
la princesa le devolvió.
-
Buenos
díaaaaaaaaaas. ¿Has dormido bien?
-
Estupendamente,
gracias.
Mindy ya venía
preparada con la indumentaria de entrenamiento de la princesa, pues su lección
se iniciaba en un corto espacio de tiempo. Desvistió a la joven y le puso su
ropa para la lección de espada. Una camisa blanca, unos pantalones negros en
cuyo cinturón estaba la espada de madera, y unas botas cómodas. Se despidió de
Claes y puso rumbo a la habitación de Suzu. Recorrió los bellos y ornamentados
pasillos de palacio, como era habitual en ella, con una sonrisa, y cada cierto
tramo emitía silbidos. Las demás doncellas y mayordomos que se cruzaban con
ella ya estaban acostumbrados a verla tan sonriente. Y no importaba lo duro que
fuera su trabajo, ella siempre sonreía. Llegó a la habitación de Suzu y llamó a
la puerta con un par de golpes. No oyó respuesta alguna. Abrió la puerta con cuidado
y se fijó en la cama. La muchacha dormía profundamente. La doncella volvió a
golpear la puerta, y ésta vez Suzu abrió los ojos. Mindy le dedicó una dulce
sonrisa y la joven se la devolvió.
-
Buenos
días, lady Suzu.
-
Buenos
días, Mindy. Por favor, sólo Suzu.
-
Como
quieras. He traído ropa para la lección con la princesa. Te visto y os subo un
poco de comida a ambas. – Suzu se levantó de la cama y se desperezó con fuerza.
Había dormido muy bien. El hecho de poder confiar plenamente en los reyes y
haber contado su historia la hizo sentir aliviada y feliz.
-
Puedo
vestirme sola. Estoy acostumbrada. – Mindy negó con la cabeza y con un gesto de
dedos, pero sin quitarse su sonrisa.
-
No
puedo permitirlo. Es mi trabajo. Te guste o no te guste, te visto yo. Y lo hago
encantada.
Suzu no intentó
nada más y se resignó. Se dejó hacer. Mindy le quitó el pijama y le puso ropa
para la sesión de entrenamiento. Una camisa verde oscuro, unos pantalones
negros y unas botas muy parecidas a las de Claes. Los sastres ya estaban haciendo
ropa para ella, pero de momento tenía que seguir cogiendo la de la princesa.
Por suerte, ambas eran parecidas y la ropa encajaba a la perfección. Mindy le
hizo también la triple coleta que ella llevaba cuando la conoció. Pequeñas
cintas de color azul celeste que la niña se había quitado antes de dormir, que
iban enganchadas al pelo en forma de pequeños lazos. La doncella se despidió
también de la hija de Fáran. Le subió un poco de comida a cada una, y luego
continuó haciendo sus tareas.
Suzu estuvo tentada
de coger su lanza y colgarla en su espalda, pero las lecciones las darían con
armas de madera para no hacerse daño y evitar accidentes. Miró la lanza con
cariño, pensando en su padre, que estaba en una misión muy importante, y salió
de la habitación. Abrió la puerta y se llevó un buen susto cuando vio a Claes
allí, plantada en la puerta de la habitación, esperándola.
-
¡Claes!
¡No vuelvas a hacer eso! ¡Me has asustado! – Suzu estaba aún medio sorprendida.
Claes esbozó una dulce sonrisa.
-
¡Perdona!
Iba a llamar, pero has abierto antes. No era mi intención asustarte. – Suzu
emitió un suspiro.
-
Ahora
ya está. Pero la próxima vez avisa. Bueno, ¿qué quieres?
-
Acompañarte
a la zona de entrenamiento. Vamos a dar juntas las lecciones de espada y lanza.
Y como aún no te conoces el camino he decidido venir y vamos juntas.
-
Tampoco
es tan complicado. Mindy me ha dicho la dirección a seguir y tengo bastante
buena orientación. – Suzu lamentó haber soltado esas palabras y desestimado el
ofrecimiento de la princesa.
-
Bueno,
como quieras. Me dirijo al jardín. La zona de entrenamiento está cerca. Te veo
allí en breve. – Claes se dio la vuelta y empezó a andar hacia la salida de
palacio para ir al jardín. Suzu la cogió por el brazo y la detuvo.
-
¡Espera!
Vamos juntas. Seguro que al final me acabo perdiendo y preguntando por el
jardín.
A Claes le
brillaron un poco los ojos. Asintió con la cabeza las palabras de la princesa y
ambas empezaron a recorrer los pasillos de palacio. No tardaron mucho en llegar
a la puerta que daba acceso al jardín. Claes la abrió y ambas la cruzaron. Empezaron
a recorrer el jardín y Suzu se quedó ensimismada por la belleza de las flores y
el bonito paisaje que estaban recorriendo. El día anterior no había tenido
tiempo de disfrutar de la espectacular visión del jardín. Se chocó con la
princesa casi al saltar una de las paredes que daban acceso al interior del
palacio, y después estuvo la visita con Mindy, pero no salieron al jardín. Tras
la reunión con sus majestades los reyes, Suzu había pasado el resto del día en
la habitación, mientras los sastres le tomaban medidas y le preguntaban por el
tipo de ropa y los colores que querían que ellos le confeccionasen. Pero ahora
sí dedicó un poco más de tiempo a disfrutar de la embriagadora belleza del
jardín. Se detuvo a olisquear algunas flores. Claes la miró y sonrió. Empezaba
a sentir una gran empatía hacia ella. Ambas seguían en ese pequeño mundo de
fantasía que habían creado alrededor del jardín, pero una voz varonil y muy
pronunciada las devolvió a ambas a la realidad.
-
¡Vaya,
vaya! Así que las niñas se divierten jugando en el jardín.
-
¡Instructor
Roger! ¡Qué sorpresa! – Claes puso cara sorprendida al ver a Roger. El
semblante del instructor era serio e indiferente. Miró a Suzu, sin dejar su
indiferencia.
-
La hija
de lord Fáran, supongo. Bien. Si queréis después de la lección os regalo un
collar de flores a cada una. – Roger se esfumó tan rápido como había venido.
Suzu miró a Claes.
-
Menudos
modales. Aún tenemos un poco de tiempo antes del inicio del entrenamiento. ¿Qué
más le dará dónde lo pasemos?
-
Es
exigente y duro, pero no es mala persona, créeme. Es su carácter y su forma de
ser. No le juzgues por sus comentarios sarcásticos.
Suzu asintió las
palabras de Claes. Ambas empezaron a recorrer el jardín rumbo al patio de
entrenamiento. Roger era el instructor personal de la princesa. Ahora sería
instructor de ambas. No era fairiano. Venía del reino de Wilbell, dónde se
situaba la capital continental. Era un hombre de unos 30 años. Tenía el pelo
moreno, corto a la altura del cuello y siempre lo llevaba con una ralla en
medio. Tenía los ojos marrones y Claes nunca le había visto sonreír. Y portaba
un orondo y frondoso bigote. Vestía con una coraza de color plateado, unas
mallas azules, brazales metálicos negros, quijotes metálicos plateados y botas
oscuras. Había sido recomendado personalmente por la propia reina continental
Anashtar. Manejaba armas bastante variadas. Sin ser un gran especialista en
ninguna, era perfecto para iniciar en cualquier disciplina, pues sabía lo
básico de cada arma. Tenía fama de ser muy exigente, pero pese a que aún era
joven había logrado buenos resultados. Las muchachas terminaron de recorrer el
jardín y llegaron finalmente a una gran explanada de tierra, que era donde
tendría lugar su lección diaria. Roger ya las estaba esperando. Llevaba en la
mano una lanza de madera no muy grande, para Suzu. El instructor las vio
llegar. Con el mismo semblante de indiferencia, se acercó a Suzu y le dio la
lanza. La muchacha la miró y comprobó que había sido tallada hacía poco. La
joven miró al instructor y esbozó una sonrisa, agradeciendo el detalle de haber
tallado la lanza para ella. Roger ni se inmutó, no hizo ningún gesto ni cambió
su semblante. Se acercó a las muchachas.
-
Hija
de Fáran. Te voy a decir lo mismo que le dije a Claes el día que empecé a
adiestrarla con la espada. No esperes un trato diferente sólo por ser la hija
de lord Fáran. ¿Te ha quedado claro?
-
Sí,
señor. Muy claro. Y prefiero que me llaméis Suzu, si no os importa. – la
muchacha le sostuvo la mirada sin pestañear.
-
Muy
bien. Para empezar, veinte vueltas a la explanada. Venga, moved ese trasero
haragán.
Claes aún
recordaba su castigo del día anterior. Pero no podía hacer nada más que
obedecer a su instructor así que ambas empezaron a recorrer la explanada. Suzu
llevaba la lanza en la mano. Ambas hicieron las vueltas a bastante velocidad.
Mientras recorrían la explanada, Roger iba sacando pequeños soportes de madera
cubiertos de paja con forma de muñeco. Sacó cuatro. Dos de ellos tenían en las
manos espadas de madera y una lanza, y se giraban si se les impactaba. Tras
acabar las vueltas, las muchachas fueron al centro de la explanada, que era
donde Roger las esperaba.
-
Bien.
Ahora unos cuantos ejercicios físicos para que los músculos del cuerpo se
preparen también. 100 flexiones de piernas y otras 100 de brazos y hombros.
¡Adelante, señoritas!
-
¿100
de cada? A éste paso vamos a terminar perdiendo el conocimiento antes de
empezar con los ejercicios de armas.
-
¡Oh!
Quizá la princesita quiera volver a su habitación a jugar con muñecas. He dicho
100 y son 100. Y no se me discute. A la próxima aumentaré a 200.
Claes quiso abrir
la boca para protestar, pero se contuvo. Sabía que era inútil tratar de
discutir con Roger. Nunca mostraba ninguna emoción, nadie sabía qué le rondaba
por la cabeza. Siempre con ese semblante tan indiferente. Y no le gustaba que
nadie discutiera su autoridad. Ni siquiera en presencia de los reyes cambiaba
su semblante. La joven princesa empezó a hacer las flexiones junto con Suzu. La
hija de Fáran hacía las flexiones de forma rápida y con cierta maestría para su
corta edad. Estaba claro que Fáran le había enseñado cosas. Ambas terminaron
sus ejercicios. Claes había empezado a sudar. En cambio, Suzu aún estaba fresca
como una rosa.
-
¡Siguiente
ejercicio! 50 golpes altos, 50 bajos y 100 al torso. Claes, primero con la mano
izquierda y después con la derecha. Suzu, tú gastas ambas manos para sujetar la
lanza así que haz el doble de golpes. Los golpes básicos son esenciales. Recordad
la postura, la flexión de piernas. No perdáis de vista el objetivo. ¡Empezad!
Las muchachas
empezaron a descargar los golpes sobre aquellos muñecos de madera rellenos de
paja. Roger miraba a ambas. Suzu realizaba los golpes con precisión, sin
desperdiciar movimientos, completamente concentrada en su adversario. Con Claes
era diferente. El instructor le corrigió en varias ocasiones su flexión de
piernas y la posición de sus brazos al lanzar los golpes. Tras acabar el
ejercicio, Claes cayó al suelo. Respiraba con dificultad, y tenía los ojos
cerrados. Roger cogió un cubo de agua que había cerca y se lo echó a la
muchacha, que casi se ahoga. Se levantó y empezó a toser. Suzu se puso a su
lado para ayudarla.
-
¡Aún
no hemos terminado! Ahora hay que repetir los golpes pero en los otros muñecos.
Os advierto que éstos se giran y os atacarán. Debéis atacar y defender. Podéis
bloquear los golpes o esquivarlos.
-
Podríais
tener más cuidado, instructor. Casi me ahogo.
-
La
culpa es tuya por ponerte a descansar. Se descansa sólo si yo lo ordeno.
-
Pero…..
– Claes no pudo terminar la frase. Roger se acercó y la levantó de golpe.
-
Ni
peros ni sandíos. ¡Golpead los muñecos! ¡Venga!
Roger la volvió a
dejar en el suelo. Y les hizo un gesto con la cabeza a las muchachas para que empezaran
a golpear los muñecos y prepararse para defender o esquivar los golpes. Suzu
seguía mostrando una disciplina digna de admiración. Seguía dando los golpes
con precisión y maestría, y bloqueaba o esquivaba los golpes del muñeco con
soltura. No recibió ningún golpe del muñeco. Claes lo tuvo un poco más difícil.
Recibió un par de impactos en el torso y uno en las piernas que la hicieron
ponerse de rodillas. Roger la ayudó a levantarse y la animó a que siguiera con
el ejercicio, sin cambiar su semblante ni un ápice. Le corregía la posición de
piernas y brazos. Tras acabar el ejercicio, Claes se dejó caer al suelo de
espaldas. Estaba cansada, sudando y le costaba respirar. Suzu empezaba a estar
fatigada pero apenas se le notaba.
-
Es
todo por ahora. Durante la tarde repetiremos solamente los ejercicios de los
muñecos. Venga, marchad.
Suzu ayudó a
Claes a levantarse. Ambas se fueron en dirección al jardín. Roger había
empezado a recoger los muñecos y guardarlos en una pequeña sala de armas que
había en las torres de vigilancia. También guardó la lanza y la espada de las
muchachas. Al poco llegó Cedric. Se puso al lado del instructor.
-
¿Qué
tal ha ido?
-
Tal
como me imaginaba. La hija de Fáran posee una técnica excelente. Ha hecho todos
mis ejercicios a la perfección.
-
¿Y la
princesa?
-
Hoy
he sido un poco más duro. Les he hecho hacer más ejercicios de lo habitual. Le
ha costado un poco, pero ha conseguido terminar. Hay algo en esa muchacha.
-
Bueno,
es la hija de sus majestades Christopher y Farmel. Es natural que demuestre
algo de talento.
-
Supongo
que sí. Ya sólo quedan 36 días para el combate oficial. Si no me equivoco va a
pelear con la hija de Fáran, ¿cierto?
-
En
efecto. Fue petición de la princesa. Lady Suzu está más preparada así que en
principio es la favorita. Supongo que la princesa empieza a despertar por fin
el espíritu de guerrera que duerme en su interior. Tengo curiosidad.
-
Suzu
va a ganar. Pero el combate no será sencillo para ella.
-
No os
entiendo, instructor Roger.
-
Paciencia.
Lo entenderéis.
Cedric se despidió
de Roger y se retiró a proseguir con sus menesteres diarios. Claes y Suzu
empezaron a recorrer el jardín. De pronto distinguieron una figura no muy
lejana a su posición. Se acercaron y pudieron comprobar que se trataba de
Mindy, que las estaba esperando, como ya era habitual en ella, con una sonrisa.
-
Madre
mía, princesa. ¿Qué os ha pasado? – Mindy puso cara un poco sorprendida. La
ropa de la princesa estaba sucia y mojada.
-
Pues
que Roger casi me ahoga con un cubo de agua. Y estoy agotada.
-
¿Os
preparo un baño?
-
Para
mí sí, por favor. – Claes miró a Suzu y ésta negó con la cabeza.
-
No
hace falta. Yo estoy bien, pero gracias.
-
Suzu,
espérame en mi habitación. En cuanto acabe, tenemos que ir a la biblioteca con
Vok hasta que sea el momento de comer.
-
Vamos,
lady Suzu. Os acompaño y aprovecho para coger ropa limpia del armario de la
princesa. – Mindy hablaba respetuosamente de nuevo por que se hallaban fuera de
la habitación. Suzu iba a negarse, no se acostumbraba a que le hicieran todo.
Pero asintió con la cabeza.
Mindy y Suzu
siguieron recorriendo el jardín en dirección a la habitación de Claes. La
princesa entró en palacio por la puerta del centro del jardín y se dirigió a
darse un baño y a relajarse un poco.
La doncella y la
muchacha llegaron a la habitación de la princesa y entraron. Mindy abrió el
armario y le cogió otro conjunto igual que el que llevaba. Por la tarde iban a
practicar más, así que le puso no se lo iba a cambiar. Se despidió de Suzu y se
fue a reunirse con Claes. Siempre con una sonrisa, sin importarle para nada
recorrerse el palacio una y otra y otra vez. Suzu se dio cuenta que la
habitación ya había sido limpiada y ordenada. Cogió un libro de la princesa y
lo empezó a leer, mientras esperaba a Claes. La princesa salió de su baño como
nueva. Mindy le puso la ropa nueva y depositó la sucia en un recipiente de
barro, para lavarla. Ambas se separaron. Claes se apresuró a llegar a su
habitación. Abrió la puerta y observó a
Suzu que leía uno de sus libros con cierto interés. Pero el deber les llamaba
así que ambas volvieron a salir de la habitación de Claes y pusieron rumbo a la
biblioteca. No tardaron mucho en llegar. Claes abrió las puertas dobles y ambas
entraron. En una de las estanterías estaba Vok ordenando algunos libros. Oyó el
sonido de las puertas al abrirse y cerrarse y desvió la mirada. Observó a la
princesa y a la otra muchacha y esbozó una sonrisa. Clavó su mirada profunda en
la muchacha pelirroja, pues era la primera vez que la veía en persona.
-
Buenos
días princesa. Buenos días jovencita.
-
Buenos
días. – dijeron ambas, primero Claes y luego Suzu.
-
¿Qué
os trae por aquí?
-
Venimos
a que nos dé la lección diaria.
-
¡Ah,
sí! Perdonad. Entonces vos sois lady Suzu.
-
Efectivamente.
Es un placer.
-
No,
muchacha. El placer es mío. Conozco todas las historias sobre vuestro padre,
contadas de primera mano por su majestad el rey Christopher. Creedme, es un
honor compartir mis conocimientos con unas jovencitas tan hermosas.
Ambas se
sonrojaron un poco. El anciano las acompañó hasta una de las mesas. Las
muchachas se sentaron. Vok cogió un libro que tenía preparado en una de las
estanterías cercanas, lo abrió y empezó la narración. Vok contó una historia
que vivió cuándo él era más joven. Era mago, pero no destacaba. Su poder mágico
era un poco más bajo que el que solían tener los magos a su edad. No obstante
vivió el horror de ver cómo el reino iba perdiendo belleza y esplendor. En su
época de juventud, los reinos vecinos de Wendar y Jynx estaban en guerra con
Faír. El antecesor del rey Christopher fue el que logró firmar la paz y
terminar la época de guerra. Y era importante que ese tratado de paz no se
rompiese por ningún motivo. Vok no les contaba aquello para asustarlas, sino
para prepararlas en caso de necesidad. La paz podía romperse en cualquier momento.
Las muchachas escucharon con atención todo el relato del anciano. Mientras
escuchaban la historia, varios nobles iban entrando a la biblioteca. Se
acercaban, saludaban a los tres, si tenían alguna pregunta sobre algún libro o
buscaban alguno y no lo veían, le preguntaban al anciano, que les indicaba
amablemente la localización del libro que estaban buscando.
-
No lo
entiendo, Vok. ¿Por qué hay guerras? Son crueles, muere gente y se pierden
hogares y lugares bonitos.
-
Por
muchas razones, princesa. El ser humano es belicoso. Por eso es importante
mantener los tratados de paz.
-
Mi
padre me ha comentado que la reina Anashtar también influyó para que la paz en
los tres reinos se firmara. Y aún a día de hoy se esfuerza como nadie para
mantener dicha paz. – dijo Suzu.
-
En
efecto, lady Suzu. Su majestad la reina Anashtar es una pieza clave.
Fundamental para mantener la paz.
-
Ella
manda incluso sobre mis padres. Me gustaría conocerla.
-
Mi
padre trabaja directamente para ella. Tuve el honor de conocerla durante una
recepción, y puedo afirmar que impresiona.
-
Vaya.
¡Menuda suerte! Tendréis que perdonarme, jovencitas, pero el deber me llama.
Venid mañana y os cuento otra historia.
-
Seguramente
vendremos esta tarde a leer un poco, cuando acabemos la lección. Cuídese, Vok.
-
Hasta
pronto, muchachitas.
Vok se despidió
de las jóvenes y siguió con su trabajo en las estanterías.
-
¿Qué
nos toca hacer ahora? – preguntó Suzu.
-
Pues……
podemos ir al comedor por que queda poco para el mediodía y hay que comer. Yo
estoy hambrienta.
-
La
verdad es que yo también. El ejercicio y el relato me han abierto el apetito.
Ambas muchachas
salieron de la biblioteca y pusieron rumbo al comedor. Suzu se quedó
maravillada cuando vio la mesa del comedor, ovalada y tan decorada. Estaba
claro que el palacio era una obra de arte por dentro y por fuera. Al poco
llegaron los reyes, que saludaron a ambas muchachas. Mientras esperaban a
Cedric para empezar a comer, sus majestades preguntaron qué tal les había ido
la mañana a las niñas. Claes contó lo que había pasado con Roger en el jardín y
más tarde cuándo le tiró el agua del cubo y casi la ahoga. También contó que la
había agarrado y levantado del suelo. Los monarcas preguntaron si Roger había
llegado a agredir a la princesa, o sólo la había levantado para sermonearla.
Claes dijo la verdad. No era la primera vez que Roger lo hacía. Tenía merecida
su fama. Era un instructor que exigía mucho, pero no llegaba a nada más. Ya la
había levantado otras veces. No le disgustaba que Roger fuera duro y exigente,
eso la ayudaría a estar más preparada, pero le gustaría que de vez en cuando
sonriera o cambiara su semblante tan indiferente. Los reyes le dijeron que eso
no lo iba a conseguir fácilmente, si es que llegaba a conseguirlo alguna vez. Al
poco llegó Cedric. Tras la comida, las muchachas dispusieron de tiempo libre
hasta la hora de la lección de la tarde, así que cada una se fue a su
respectiva habitación. Por la tarde repitieron los ejercicios de los muñecos.
Roger seguía con su semblante indiferente. Después de darles golpes a los
muñecos las muchachas fueron a la biblioteca a leer un poco. Tras finalizar la
lectura iban de nuevo al comedor a cenar. Eran los únicos momentos en los que
Claes y Suzu podían ver y hablar con los reyes, en las comidas. A no ser que
hubiera algún evento fuera de lo estipulado, las muchachas seguían el mismo
itinerario. Mindy las levantaba, las vestía y les daba el desayuno. Tras el
desayuno recorrían el jardín y se ponían en manos de Roger que hacía el mismo
entrenamiento día tras día. Las vueltas, las flexiones, los muñecos. Una vez
finalizado el primer entrenamiento se iban a la biblioteca y daban una lección
con Roger. Siempre les contaba alguna anécdota curiosa de su vida. Tras lo cual
iban a comer y podían hablar con los reyes. Disfrutaban de un poco de tiempo
libre cada una hasta principios de tarde, que daban otra sesión con Roger. Otra
pasadita por la biblioteca para leer un poco. La cena, de vez en cuando un baño
y a la cama. Así pasaron 36 días. Había llegado el esperado momento del combate
oficial de la princesa. Era hora de ver los resultados del entrenamiento. Al
llegar el alba, con sus primeros rayos de sol iluminando el hermoso jardín de
palacio, Claes estaba asomada a la ventana como de costumbre, quedándose
embobada viendo la magia de las flores en perfecta armonía. Mindy no tardaría
en llegar, así que se preparó para recibirla. Efectivamente, al poco escuchó
los golpes tras la puerta.
-
Princesa
soy Mindy. ¿Puedo entrar?
-
La
puerta está abierta.
Mindy abrió la
puerta y entró. No llevaba en la mano el atuendo que utilizaba la princesa para
entrenar. Claes se percató de ello. Llevaba otra indumentaria diferente. Llevaba
una pequeña armadura fairiana.
-
Buenos
días princesa. ¿Estás nerviosa? ¡Tu primer combate!
-
Buenos
días Mindy. ¿Eso que llevas en la mano no será….?
-
Efectivamente.
Es la armadura oficial del reino de Faír. Echa exclusivamente para ti. Vamos a
probártela inmediatamente. – la doncella vistió a Claes con la armadura, y no
pudo evitar mirarla de arriba abajo.
-
Estoy
nerviosa, Mindy, pero emocionada. Tengo ganas de ver si el entrenamiento de
Roger ha servido de algo. Y de ver a Suzu en acción.
-
Lo
harás bien. Tú relájate. Coge aire y suéltalo.
-
¿Va a
venir mucha gente a verme?
-
Por
supuesto. Los reyes, Cedric, Roger, yo, y gente de la ciudad que quiere ver a
su princesa en acción. – Claes tragó
saliva. Se había puesto como un flan.
-
Tengo
miedo. ¿Y si no soy una buena guerrera? ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si……? – Mindy
le tapó la boca con la mano y le dedicó una sonrisa. Le hizo un gesto con la
cabeza, para que apartara las ideas negativas de la cabeza.
-
Confía
en ti. Voy a por Suzu. Nos vemos en la explanada.
Mindy se despidió
de la princesa con su sonrisa habitual. Cogió la armadura de Suzu y se dirigió
a su habitación. Llamó a la puerta. Suzu abrió al poco tiempo. La doncella
entró.
-
Buenos
días Suzu. Te traigo tu ropa.
-
Buenos
días Mindy. Vaya. Es la armadura fairiana, ¿no?
-
Por
supuesto. Es el primer combate de la princesa y también será un buen
entrenamiento para ti.
-
Estoy
ilusionada. Aunque soy la favorita por que mi padre me enseñó desde más tiempo,
Claes es hija de dos héroes. No sé lo que puede pasar.
Mindy vistió a
Suzu con la armadura. Le quedaba perfecta, igual que a la princesa. Al
contrario que Claes, Suzu estaba muy calmada. No parecía nerviosa. Ella ya
sabía lo que era un combate de entrenamiento. Había disputado varios con su
padre. Y siempre había perdido. Fáran siempre le decía a su hija que no se
confiara, que no bajara la guardia nunca. Los adversarios aparentemente más
débiles pueden ganar. Fáran había derrotado a seres más fuertes que él. Así que
la muchacha no tenía que confiarse. Ella tenía ventaja, y tenía que saber
aprovecharla. Mindy se despidió de Suzu y puso rumbo a la explanada de los
entrenamientos, lugar escogido para el combate.
Las muchachas
habían decidido la noche anterior encontrarse en el pasillo que daba acceso al
jardín. Suzu llegó primero. Claes no tardó en llegar. Ambas se examinaron.
Sonrieron y se dieron un fuerte apretón de manos. Pusieron rumbo a la
explanada. No se dijeron nada. No querían ponerse nerviosas entre ellas. Era un
entrenamiento. El combate serviría para observar los avances de Claes y la
técnica que Fáran le había enseñado a su hija. Ambas llegaron a la explanada y
comprobaron que ya estaban todos allí. Eran las últimas en llegar. Los reyes
también iban vestidos con la armadura fairiana. Cedric iba con su túnica, como
siempre. Roger con su atuendo habitual, y Mindy con su atuendo de doncella.
Había también varios aldeanos y algún noble. Los aldeanos iban vestidos con
atuendos básicos, camisas de varios colores, pantalones, algunos de ellos de
aria y botas sencillas. Entre los nobles también había diversos atuendos, saya,
bliaud, brial, cotardia…
Roger acompañó a
las muchachas al centro de la explanada, y le dio su arma de madera a cada una.
Se alejó un poco pero seguía estando en primera fila, con los reyes, Cedric y
Mindy. Las muchachas cogieron sus armas, saludaron con una reverencia
respetuosa a los monarcas y al resto de asistentes y se prepararon para el
combate. A Farmel le llamó la atención un pequeño detalle. Suzu había cogido la
lanza por la mitad. Muchos lanceros aprovechaban la longitud del arma en
beneficio propio. Aunque eso podía ser una desventaja. Si el golpe era fallado,
el lancero era completamente vulnerable. Sonrió para sí misma. Fáran había
preferido enseñarle a su hija que con esa forma de coger la lanza se perdería
rango, pero ganaría defensa. Había empezado a llover, pero no iban a detenerse.
Christopher levantó la mano. Ambas muchachas se miraron a los ojos, muy
seriamente. El rey bajó la mano y el combate empezó.
Claes salió
disparada hacia Suzu e intentó golpearla en el costado. La hija de Fáran
esquivó el golpe con rapidez. Intentó aprovechar la pequeña ventaja que tenía
lanzando un golpe ascendente, pero la princesa bloqueó su ataque. Ambas armas
se cruzaron. Claes dio un pequeño salto hacia atrás y asestó una buena estocada
dirigida al torso de su oponente. Suzu logró bloquear el ataque con su lanza.
La hija de Fáran se agachó y le propinó un fuerte golpe en el estómago con la
lanza. Claes retrocedió un poco. Se recompuso y siguió atacando. La princesa
lanzaba buenas estocadas y variadas, y a Suzu le costaba esquivar todos los
ataques y tuvo que bloquear alguno. Claes optó por un golpe con un poco más de
intensidad y Suzu bloqueó el ataque a duras penas. Ambas armas volvieron a
chocar, ésta vez de manera un poco más violenta. Ambas muchachas se miraron.
Estaban concentradas, querían dar buena impresión. Claes no tenía ninguna
técnica. Sus golpes eran simples. Pero aún así a Suzu le estaba costando
golpearla, pese a que era la favorita. Las muchachas saltaron hacia atrás y
ésta vez fue Suzu la que inició el ataque. Los golpes de Suzu eran rápidos, bien
dirigidos, sincronizados, y Claes lo estaba pasando mal pero consiguió bloquear
la oleada de golpes de su contrincante. Pero el último ataque sí consiguió
impactar. Suzu había girado la lanza hacia la izquierda, pero en última
instancia lanzó un golpe ascendente. Claes recibió el impacto y cayó al suelo
de espaldas. Suzu se acercó para darle el golpe de gracia y acabar el combate.
Claes flexionó las piernas, y con un salto ágil se puso en pie y consiguió
golpear el torso de Suzu, que retrocedió, asombrada por lo que había pasado. Roger
miraba el combate con orgullo. Sólo le había enseñado golpes básicos, pero le
había dado también gran flexibilidad, y reflejos, y Claes había demostrado que
había logrado interpretar la finalidad de aquellos extraños ejercicios. Los
espectadores estaban encantados con el combate. No les importaba la lluvia, no
se preocupaban de tener sus ropas mojadas. En ese momento sólo importaba ese
entrenamiento. Algo en el interior de Claes estaba pidiendo a gritos salir
fuera. Era el instinto de la guerrera que llevaba dentro. Sabía que tenía las
de perder, pero se estaba divirtiendo y estaba aprendiendo. Claes esbozó una
sonrisa dirigida a su rival. Suzu le devolvió la sonrisa, hizo un par de giros
con la lanza y se lanzó de nuevo al ataque, tras aquél pequeño receso. Ésta vez
la muchacha le imprimió más potencia a su golpe y Claes lo bloqueó casi de
milagro. Pero Suzu era más fuerte, consiguió romper la defensa de la princesa y
le asestó un duro golpe al costado. Claes hizo un gesto de dolor, se puso la
mano en el costado mientras con la otra seguía alerta. Suzu atacó de nuevo.
Claes bloqueó el ataque a duras penas e intentó un contraataque, pero la hija
de Fáran lo esquivó con una facilidad asombrosa y puso la punta de su lanza de
madera en el cuello de Claes.
-
Has
perdido, princesa. – Suzu retiró su lanza.
Claes dejó caer
su espada de madera. Ambas se miraron. Claes cayó al suelo de espaldas.
Respiraba entrecortadamente, pero mostraba una gran sonrisa. Cerró los ojos y
disfrutó de la lluvia. Los abrió de nuevo y vio que Suzu le había tendido la
mano y la miraba también con una sonrisa. Claes se levantó ayudada por Suzu.
-
Sabía
que no te podía ganar. Eres increíble.
-
Lo
has hecho muy bien, Claes. Tu primer combate ha sido muy bueno. Y has logrado
golpearme una vez. Chica, menuda agilidad para levantarte así de rápido.
-
Eso
es por Roger. Ya te dije que no era mala persona.
Suzu asintió con
la cabeza. Los reyes empezaron a aplaudir, y al poco todas las personas que
habían ido a ver el combate aplaudieron también. Las muchachas se sonrojaron.
Vok también había decidido asistir. Abriría la biblioteca un poco más tarde ese
día. Roger se acercó a las muchachas y le puso una mano en el hombro a cada
una. Seguía mostrando un semblante indiferente. Él era así.
-
Habéis
estado bien las dos. Podéis estar orgullosas. A partir de mañana empezaremos
también con el combate cuerpo a cuerpo, sin armas. Es posible que vuestros
rivales os quiten el arma. Debéis estar preparadas para todo. Descansad el día
de hoy. Os lo habéis ganado. – Roger les acarició el pelo a ambas, que estaba
muy mojado.
Las muchachas
llegaron hasta dónde estaban los reyes. Los monarcas miraban a ambas niñas con
orgullo, con satisfacción y con cierta nostalgia. Christopher no pudo evitar
recordar tiempos pasados, compartidos con Fáran. Deseó que su misión tuviera
éxito y pudiera volver pronto.
-
Hija,
estamos orgullosos de ti. Ha sido un buen primer combate. – dijo Farmel.
-
Suzu,
sin duda eres ya una gran guerrera. Sigue por ese camino. – dijo Christopher.
-
Gracias.
– dijeron ambas.
Al poco paró de
llover. Daba la sensación que había llovido sólo por el combate que habían
disputado Claes y Suzu. Se procedió a las despedidas y todos reanudaron sus
tareas. Tras volver primero a sus respectivos aposentos y proceder al cambio de
atuendo pertinente. Mindy acompañó a las muchachas a sus habitaciones y les
cambió la ropa. Ambas pidieron llevar su ropa de entrenamiento, pese a que no
iban a entrenar más ese día.
Claes pasó la
mayor parte de la mañana en la biblioteca.
Suzu prefirió
quedarse en su habitación.
Roger entró en la
sala del trono, con su particular indiferencia. Los monarcas estaban sentados
en sus respectivos tronos, con Cedric a su lado. El instructor se detuvo al pie
de los escalones.
-
Parece
que vuestro método es eficaz. – dijo el monarca.
-
Yo
apenas he hecho nada. Sólo le he enseñado lo básico. Ha sido ella la que ha
sabido adaptar mis ejercicios al combate.
-
Aún
así, podéis estar orgulloso. Ya que estáis aquí, me gustaría hablar de esa
costumbre vuestra de coger a la gente e intimidarla de esa manera. No pongo en
duda vuestra eficacia como instructor, no me malinterpretéis. Y no lo digo
tampoco por nuestra hija. Sencillamente creo que no deberíais hacerlo. – Farmel
habló con claro tono de reproche. No le gustaba que Roger cogiera a su hija
para darle miedo y lo dejó bien claro. Lo adornó con respeto para que no se
notara mucho.
-
Soy
consciente que a veces me excedo. Y pido disculpas. Vuestra hija tiene algo.
Algo que va más allá de ser la hija de dos héroes. Algo que aún no sé lo que
es, no llego a discernirlo, pero está ahí. De todas formas me controlaré, no
sólo con ella, con las personas que tenga a mi cargo.
No había nada más
que decir así que Roger abandonó la sala. El resto del día transcurrió sin
alteraciones. Las muchachas decidieron entrenar un poco, por su cuenta. Y
estuvieron en la biblioteca. Cenaron y se acostaron cuando llegó la hora. A la
mañana siguiente, Suzu seguía sumida en el sueño cuando unos fuertes golpes en
la puerta la despertaron. Se oía la voz de Claes al otro lado. Parecía
nerviosa.
-
¡Suzu!
¡Suzu! Despierta, por favor. Ha llegado un guerrero de la reina Anashtar. Y
trae noticias sobre Fáran.