sábado, 26 de julio de 2014

CAPÍTULO 2 Y MAPA

                                                          CAPÍTULO 2  Y  MAPAS

Hola hola holaaaaa!!!! Aunque ha tardado bastante más de lo previsto, ya está aquí el capítulo 2.
Éste será el último capítulo que se podrá publicar de forma gratuita. Ahora tod@s a hacer fuerza para que se consiga publicar el libro completo. Al final del capítulo tenéis la posibilidad de ver el mapa del planeta. Lo ha hecho mi compañera de trabajo Carolina Estrada, así que ánimo también para ella. Espero recibir muchas visitas y comentarios. 

 
                        2. HIJA DE FÁRAN
Claes seguía recorriendo los bellos y ornamentados pasillos de palacio. Iba a su habitación a reunirse con Suzu y Mindy y a esperar que Cedric volviera de avisar a sus padres. Le había prometido a Suzu que hablaría con su padre, y había logrado que Cedric fuera a buscarlo. Pero mientras seguía caminando por los pasillos, no se podía quitar de la cabeza las palabras del mago. Había dicho que sus padres estaban en un momento “íntimo”. La niña asoció la palabra a que seguramente sus padres estaban solos, pero eso era algo habitual. Ellos dos y Cedric pasaban la mayor parte del tiempo juntos. Se apresuró. De camino a su habitación se encontró con varias doncellas y mayordomos que inclinaban la cabeza y saludaban a la joven princesa, y ésta les devolvía el saludo. Finalmente llegó a su habitación. Una puerta de madera blanca, muy bonita y cuidada. Abrió la puerta y entró. Dentro se encontraban Mindy y Suzu. La doncella tenía un plumero en la mano y estaba limpiando. Suzu estaba ojeando libros en una estantería, maravillada. La habitación de Claes era bastante bonita. Semicircular, con una ventana de madera, como todas las de palacio, redonda. En el lado izquierdo había un gran armario de madera con varias molduras alrededor. A su lado una pequeña construcción rectangular de madera con varias separaciones o estantes, donde habían diversos libros. En el lado derecho la cama con dos cojines blancos, y sábanas de seda de color amarillo claro. Y una pequeña mesita de madera con dos cajones en el lado izquierdo de la cama. En la cabecera había tallado el dibujo de un león. En el centro una mesa circular de madera y tres sillas también de madera con respaldos y cojines azules de terciopelo.
-          Bienvenida, princesa. ¿Cómo os ha ido? – preguntó Mindy pero primero le dirigió una bonita y cálida sonrisa que la niña le devolvió. Suzu dejó los libros y estuvo atenta.
-          Cedric ha ido a avisar a mis padres. Tenemos que esperarle. – Claes miró a Suzu y frunció el ceño. - ¿Puedo ver vuestra lanza? – le preguntó la princesa a la muchacha.
-          Por supuesto, pero no es una lanza tal cual. Es un palo circular y una daga enganchados con una cuerda. Es un arma primitiva pero eficaz. Me la hizo mi padre para el viaje. – Suzu cogió la lanza de su espalda, la miró con cariño y se la dejó a la princesa.
La joven princesa cogió la lanza y la observó con detenimiento. Era verdad que era muy primitiva, pero era su primera toma de contacto con un arma de filo auténtica. La cogió con ambas manos e hizo un par de movimientos de ataque, con cuidado de no romper nada. Para ser la primera vez que cogía un arma de verdad, lo hacía bien, teniendo en cuenta que aún era una niña y llevaba poco tiempo siendo adiestrada, y con espada de madera, no de filo. Claes le devolvió la lanza y Suzu se la volvió a poner a su espalda.  De repente Claes miró fijamente a Suzu. Los ojos negros de la princesa y los ojos azules de la hija de Fáran se cruzaron. Parecía que se estaban examinando con la mirada. Claes frunció el ceño, sin apartar la vista de Suzu.
-          ¿Puedo haceros una pregunta con sinceridad?
-          Adelante. Formulad vuestra pregunta. – Suzu también frunció el ceño mientras aguantaba la mirada de Claes. Mindy tragó saliva.
-          ¿Podemos hablarnos con normalidad, al menos aquí? – Claes esbozó una dulce sonrisa. Mindy y Suzu suspiraron.
-          ¿En serio? – Suzu cambió a una mirada agraciada.
-          Claro. Nuestros padres son amigos, y tenemos una edad similar. El protocolo nos obliga a ser educadas, y eso está muy bien, siempre y cuando estemos en alguna recepción o en algún evento oficial, pero aquí, en mi habitación, podemos apartar el protocolo y ser nosotras mismas. ¿Qué te parece? – Claes le guiñó un ojo a la sorprendida Suzu, que sonrió amablemente.
-          No tengo inconveniente. Y, si te digo la verdad, lo prefiero.
-          Entonces está hecho. – Claes le tendió la mano a la muchacha y ambas se dieron un fuerte apretón de manos, para dar por zanjado el asunto. – Y no te preocupes por Mindy. Cuando está a solas conmigo, también le dejo que me hable normal.
-          Esa bondad es heredada de su padre. Le sale natural. Y la adoro. Está para comérselaaaaaaaa. – Mindy abrazó con dulzura a Claes y le dio un par de besos muy dulces y cálidos en la frente.
La doncella no tenía ningún hijo, no por falta de pretendientes, que podía escoger al que quisiera, así que se encariñó mucho con la princesa. La niña era muy buena con ella y pasaban tiempo juntas, conversando y a veces, cuando la doncella tenía tiempo, leían juntas. Suzu vio el vínculo que unía a la princesa y a la doncella, y no pudo evitar sentir melancolía. Claes se apartó de los brazos de Mindy y volvió a mirar a Suzu, con el ceño fruncido. La muchacha le devolvió la mirada y frunció el ceño también. Mindy suspiró. “¿Qué pasa ahora?” Se dijo para sí misma mientras observaba a las dos chiquillas tan serias.
-          ¿Cuántos días vas a permanecer aquí? – preguntó Claes.
-          Aún no lo sé. Primero tengo que darle la carta al rey. Pero supongo que un tiempo. ¿Por qué lo preguntas?
-          Por que dentro de 37 días es mi primer combate oficial, y me gustaría luchar contigo. – Claes volvió a mostrar una sonrisa.
-          ¿Estás segura? – la muchacha puso cara extrañada.
-          Sí. Es imposible que pueda vencerte, ya lo sé. Llevo muy poco tiempo manejando la espada de madera, y tú seguro que estás más curtida y tienes más experiencia, pero me haría mucha ilusión. Es egoísta por mi parte, lo sé, pero…. – Claes no pudo terminar la frase.
-          Acepto encantada. Será un honor compartir un combate de entrenamiento con la hija de dos héroes aquí en Faír. Pero te advierto, no pienso darte tregua.
-          Mejor. – De nuevo un fuerte apretón de manos.
Se oyeron un par de golpes detrás de la puerta.
-          ¿Princesa? ¿Estáis ahí? – dijo Cedric.
-          Podéis entrar, Cedric. La puerta está abierta.
Cedric abrió la puerta. Observó a Mindy que había vuelto a sus tareas de limpieza. Se fijó detenidamente en Suzu. La saludó muy cortésmente y la muchacha correspondió con otro saludo.
-          ¿Así que vos sois la hija de lord Fáran?
-          En efecto. Soy Suzu. Es un placer, Consejero Cedric.
-          El placer es mío. Disculpad que interrumpa. Lady Suzu, sus majestades os atenderán inmediatamente. Seguidme, por favor. Princesa Claes, venid también, por favor.
Ambas asintieron con la cabeza las palabras de Cedric. El mago saludó a Mindy y ésta le devolvió el saludo. Ahora los tres recorrían los pasillos de palacio. Bajaron varias escaleras, como era habitual en aquella construcción, de mármol con alfombras de terciopelo de varios colores.
No tardaron mucho en llegar a unas grandes puertas dobles completamente blancas, que daban acceso a la sala del trono. Cedric abrió las puertas y, con un gesto, les indicó a las muchachas que entraran. Una vez las jóvenes estuvieron dentro de la sala, el mago volvió a cerrar las puertas. La sala del trono no era muy grande, pero sí bonita. Era cuadrada, con varias columnas a los lados, una lámpara de araña con varios candelabros, que a aquella hora estaban apagados. En el lado derecho dos grandes ventanales rectangulares, diferentes a los que habían en el resto de palacio. Varias cortinas de seda decoraban aquella majestuosa sala. Al fondo habían varios escalones, con su alfombra roja, los tronos reales y detrás una pequeña puerta de madera, que seguramente sería el acceso a los aposentos privados de los monarcas, pues custodiando esa puerta había dos soldados ataviados con la armadura fairiana, un hombre y una mujer, y portaban una lanza, que mantenían cruzada, dando a entender que estaba prohibido el paso. Los sillones reales estaban hechos de oro, tanto el del rey como el de la reina.  Para sorpresa de Claes, los reyes iban vestidos con la armadura fairiana, y no con su atuendo real. Ese detalle llamó la atención de la princesa. Cedric le había dicho que sus padres estaban en un momento íntimo, y los encuentra vestidos con su armadura. Así que la niña pensó que seguramente estarían combatiendo entre ellos, un entrenamiento privado o algo así. Lo que sí llevaban puestas eran sus coronas reales, que relucían, y el manto rojo con bordes blancos, en el caso del rey, manto completamente plateado en el caso de la reina. Y Farmel llevaba también su tiara de plata. No había nadie más en la sala.  Las jóvenes llegaron al pie de los escalones. Suzu hincó una rodilla en el suelo y agachó la cabeza. Cedric subió los escalones y se detuvo a la derecha del monarca.
-          Majestades Christopher y Farmel de Faír. Os presento a Suzu, hija de lord Fáran. – dijo Cedric.
-          Levántate. – dijo Christopher refiriéndose a Suzu.
La muchacha obedeció y se levantó. Suzu estaba maravillada. Su padre le había contado que el rey era capaz de intimidar con su mera presencia, y no se equivocaba. Se sentía una enana en comparación a su majestad.
-          Acércate. – le dijo entonces el rey.
Suzu tragó saliva. Se había puesto nerviosa. Aquella presencia la había dejado casi paralizada. Claes le puso una mano en el hombro, y le hizo un gesto con la cabeza para que siguiera adelante, que no tuviera miedo. Pero no era miedo lo que sentía. Se le hizo un nudo en la garganta, pero se deshizo de él, y obligó a sus pies y al resto de su cuerpo a moverse. Poco a poco ascendió los escalones. Se detuvo en el último. Si el rey no se lo ordenaba, no podía avanzar más. Christopher la miró, muy concienzudamente. Pero descubrió ternura, felicidad, y más cosas preciosas en la mirada del monarca. Farmel también la miraba con interés.
-          ¿Así que eres hija de Fáran? – dijo Farmel, mientras seguía observando a Suzu.
-          En efecto, majestad.  – la muchacha seguía nerviosa.
Christopher se levantó y se dirigió a donde estaba la muchacha. Con su porte y su elegancia característicos, se plantó delante de la niña, que no sabía cómo reaccionar.
-          Estás muy tensa, muchacha. Relájate, que no va a pasar nada. ¿Acaso tu padre no te ha hablado de mí?
Christopher miró a los ojos a la muchacha. Tal como había dicho Fáran, el rey intimidaba, pero no había peligro siempre y cuando no se buscara. Suzu consiguió calmarse un poco. De hecho, que no hubiera más gente en la sala la ayudó, y el rey le estaba dando un trato cordial, sin protocolo, para que la muchacha no se sintiera cohibida.
-          Ma….majestad…..te……tengo…….la – a Suzu le estaba costando hablar. Claes se puso a su lado y le colocó una mano en el hombro.
-          Padre, lo que Suzu quiere decir es que tiene dos cosas que entregar. – Claes le hizo un gesto con la cabeza a la muchacha para que le diera lo que le tenía que dar, y esbozó una sonrisa.
Suzu llevaba en una mano el pergamino con el mensaje, y en la otra la daga envuelta que servía de prueba que decía la verdad. Le ofreció el envoltorio con la daga al rey. Éste cogió y empezó a desenvolverlo hasta que finalmente quedó al descubierto la daga que él mismo le había regalado a su amigo. Al verla, varios sentimientos inundaron al monarca. Sobre todo nostalgia. Incluso parecía que sus ojos empezaban a humedecerse, pero recuperó su porte. Un rey no puede mostrar debilidad en la sala del trono. Farmel se levantó y observó también la daga. No había ninguna duda. Era la daga de Fáran. Christopher le devolvió la daga a la muchacha. Suzu le entregó el pergamino. Ambos monarcas se sentaron de nuevo en sus tronos. Christopher desenrolló el pergamino y ambos empezaron a leer su contenido. Reconocieron la letra de Fáran al instante. No había ninguna duda al respecto. Suzu seguía un poco tensa, miró a Claes y ésta le sonrió y volvió abajo, a su posición inicial. El semblante de los monarcas mientras leían el mensaje era serio, muy serio, con ciertos tonos de preocupación que eran fácilmente leíbles en sus rostros.
“ Estimados amigos Christopher y Farmel:
Parece mentira pero ya han pasado diez años. Perdonadme por no ponerme en contacto anteriormente. Trabajar para la reina continental Anashtar es sumamente agotador. Aunque no es excusa. Lo siento de verdad. Tengo una noticia muy importante, que puede afectarnos a largo plazo, a todos, a todo el continente.
Recientemente se han detectado actividades anormales en la zona Este del Paso Brumoso. Parece que Anguld el Desterrado está realizando algún experimento de los suyos. Anashtar me ha escogido a mí y a un grupo de cuatro guerreros más para investigar dichas anomalías. Es arriesgado. Anguld es poderoso y peligroso, y no sabemos qué puede tramar. Llegaremos al Paso Brumoso a través de Gwendalavia.
Y aquí viene la segunda noticia , no menos importante.
La muchacha que trae este mensaje es mi hija Suzu. Bueno, no compartimos lazos de sangre, puesto que yo nunca me he casado. Pero es mi hija. La quiero como si lo fuera. La rescaté hace siete años y desde entonces la he considerado mi hija, y ella me considera su padre. Puede que ella os cuente toda lo historia.
Hace diez años me dijiste que si alguna vez necesitaba tu ayuda que te la pidiera sin dudar. Yo te tomé la palabra y te prometí que lo haría. Por nuestra amistad y nuestro fuerte vínculo, ha llegado el momento de saldar la deuda. He enseñado a Suzu a manejar la lanza y un poco de supervivencia. Sabe pescar y tiene experiencia al luchar contra pequeños trasgos y criaturas salvajes de pequeño tamaño. Pero no puedo llevarla conmigo en esta misión. Me duele en el corazón tener que separarme de ella. Pero sé que la dejo en buenas manos. Si salgo vivo de ésta misión, pediré a Anashtar que me conceda el retiro y me dedicaré en cuerpo y alma a estar con mi hija. Te dejo lo más preciado que tengo, amigo mío. Por favor, cuida de mi hija. Y saluda a Claes. Seguro que está muy grande ya. Debe de tener una edad similar a la de mi hija, así que puede que se hagan amigas, continuando nuestro vínculo una generación más.
Soy un mal padre y un mal amigo. No te he dado noticias en diez años y ahora te pido algo muy grande. Pero eres la única persona a la que le puedo pedir esto.
Una vez más, perdón por no darte mejores noticias tras diez años de ausencia. Cuidad de Suzu, os lo ruego. Haced de ella una buena guerrera, digna de su padre.
Se despide, partiendo a una misión muy complicada, tu mejor amigo y un gran amigo de Farmel.
                                                                            FÁRAN”

Farmel miró a Suzu con el ceño fruncido y cierto aire preocupado.
-          Suzu, ¿tu padre te ha explicado a qué has venido? – dijo Farmel. La muchacha soltó un suspiro. Estaba ya más relajada.
-          Sí. He venido a quedarme en Faír hasta que mi padre termine su misión. Y a continuar mi adiestramiento como guerrera. Así pues, ahora estoy enteramente a vuestro servicio, majestades.
Suzu hizo una cálida y respetuosa reverencia dirigida a los monarcas.
-          Cedric, avisad inmediatamente a Mindy. Que organice un poco la habitación Especial. Suzu se quedará desde hoy en esa habitación. Es una invitada de honor. La hija de lord Fáran. Avisad también a varias doncellas para que encarguen ropa a los sastres reales. Elegante, cómoda, para entrenar, ropa de dormir, batines, botas, de todo. Que le tomen medidas y le hagan ropa. Y Mindy queda a cargo también de Suzu. Será doncella personal de ambas. A partir de mañana darán juntas sus lecciones. – dijo Christopher, con tono autoritario pero condescendiente.
-          Inmediatamente, majestad. Cómo ordenéis. – dijo Cedric, despidiéndose de los monarcas y de las muchachas con reverencias, y saliendo a bastante velocidad de la sala.
Christopher miró a Farmel, y ésta asintió con la cabeza, diciéndole que había hecho lo correcto. Suzu bajó los escalones y se puso al lado de Claes, que la recibió con una amplia sonrisa.
-          ¿A qué no ha sido tan difícil?
-          Al principio sí. Me he quedado en blanco. El aura de tu padre es increíble.
-          Lo sé. Y la de mi madre también. A mí personalmente me asusta cuando se pone de mal humor. – esto lo dijo en voz baja.
-          Jovencita, lo he oído. Ya hablaremos más tarde. – Farmel lo había escuchado.
-          No, madre, estoooo…. Perdón, lo siento, fue sin querer, yo…… - Claes agitó las manos y sonrió. Farmel emitió un suspiro.
-          Christopher, dile algo a tu hija. Ahora Suzu se pensará que soy un ogro o algo por el estilo.
-          Nada de eso, majestad. La verdad es que es una escena familiar a la que no estoy acostumbrada. Y estoy interesada, nada más. – dijo Suzu con sinceridad.
Farmel reprimió el impulso de levantarse del trono y abrazar a la muchacha, pero se contuvo. Aunque sólo estaban ellos cuatro y los dos guardias que custodiaban la puerta en la sala, seguía siendo la sala del trono y había que actuar en consecuencia. De todas formas no hubo tiempo para nada más por que las puertas dobles de la sala se abrieron y entraron Cedric y Mindy. La doncella hizo una reverencia a los monarcas y a las niñas y se puso al pie de los escalones, justo al lado de las muchachas.
-          Majestades, la habitación Especial ya está lista. Y he avisado a varios sastres. En breve vendrán a tomarle medidas a lady Suzu.
-          Siempre me sorprendes Mindy. Un paso por delante de los acontecimientos. – Farmel le dirigió una tierna mirada de satisfacción.
-          Con el debido respeto, majestad, no creeríais que he llegado a ser doncella personal de la princesa y de lady Suzu sólo por mi cara bonita, ¿verdad? – Mindy estaba emocionadísima, así que se permitió el lujo de bromear con la reina. Farmel se lo consintió, se había ganado su puesto a pulso.
-          Mindy, llévate a Suzu. Instálala y esperad a los sastres. Tenemos que reanudar nuestras tareas, todos. En marcha. – dijo finalmente Christopher.
Todos en la sala asintieron. Mindy y Suzu salieron de la sala del trono. Christopher y Farmel bajaron los escalones y miraron a Claes con orgullo.
-          Estamos muy orgullosos de ti, hija. Esa muchacha podría haber sido perfectamente una impostora. – dijo Christopher.
-          Sabía que no lo era. Algo en mi interior me lo decía. No puedo explicarlo, pero lo sabía.
-          Eso lo has heredado de mí, hija. Es un don maravilloso. Puedes adivinar si una persona tiene buenas o malas intenciones sólo con mirarla. Pero debes andarte con cuidado. El don a veces falla si confías en exceso en él. – dijo Farmel.
-          Tendré cuidado. Por cierto, ya que estamos aquí. Le he pedido a Suzu que sea mi rival en mi combate oficial de entrenamiento.
-          ¿En serio? – Christopher estaba sorprendido.
-          Sí. No la voy a ganar, lo sé, pero quiero luchar con ella.
-          Bueno, si es lo que quieres, concedido. Pero antes tenemos que hablar del comentario que has dicho hace poco, jovencita.
-          Madre, lo siento. Se me ha escapado. Ha sido sin querer.
-          Pero ha estado mal. Y mereces ser castigada. Diez vueltas alrededor de palacio. Venga. Ya.
-          ¿Quéeeeeeeeeee? ¿Tengo que correr? Me he bañado hace poco y me he puesto ropa más elegante. – Claes puso cara de circunstancias. Miró a su padre, desesperada.
-          Yo estoy de acuerdo con tu madre. Ha sido una falta de respeto hacia ella. – Christopher la miró tajantemente.
Al final Claes asintió con la cabeza, emitió un suspiro ahogado y profundo y salió de la sala, dispuesta a correr sus diez vueltas.
Tras aquella improvisada reunión se reanudaron las actividades normales del día. Mindy y Suzu llegaron a la habitación Especial, que Mindy había decorado de forma que fuera casi idéntica a la habitación de Claes. La puerta de entrada era blanca, como la de la princesa. El interior era también muy parecido. El armario, un poco más pequeño que el de Claes. La estantería con pocos libros por que hacía tiempo que no se usaba y Mindy aún no había llenado del todo los estantes. La cabecera de la cama no presentaba la figura tallada del león, era plana con unos relieves circulares. Las diferencias eran nimias. Ésa sería su habitación desde ese momento. Suzu se quitó la lanza y la depositó en un rincón. Se sentó en la cama. Muy mullida y cómoda. Mindy sonrió. Ambas esperaron a que llegaran los sastres, que no tardaron mucho. Le tomaron medidas y se fueron a sus respectivos talleres a preparar ropa para que la muchacha no cogiera prestada la de la princesa. Pero aquella noche la tenía que pasar con ropa de Claes. Mindy ya había pensado en eso y le había preparado un bonito pijama a cuadros de varios colores, y un batín de seda de color verdoso oscuro, que había traído del armario de la princesa. Aún faltaban unas horas para el anochecer, pero había sido un día largo y agotador, así que decidió probarse el pijama y el batín. Le quedaban estupendamente. Mindy iba y venía, ya que tenía que atender a las dos muchachas.
Claes, después de terminar su castigo, y estar medio exhausta, le pidió a Mindy que le preparara otro pequeño baño y la ropa de noche. La doncella le trajo un pijama de color amarillo y un batín también de seda de color rojo. Ambas muchachas pidieron cenar en sus respectivas habitaciones, así que Mindy iba cargada con las bandejas de una habitación a otra, pero no le importaba. Era su trabajo y no ponía objeciones.
Los reyes se sorprendieron un poco al no ver a su hija y a Suzu en el comedor en la hora de la cena. Mindy les explicó a sus majestades que las niñas estaban cansadas y habían preferido cenar en sus habitaciones. Había sido un día extraño, así que les concedieron lo que habían pedido. El comedor era una gran estancia rectangular, con una enorme mesa ovalada en el centro. A lo largo de la mesa había varias construcciones de metal con candelabros. Diez sillas a cada lado, más dos en cada uno de los extremos. Un total de veinticuatro personas podían comer en esa mesa, aunque raramente eran tantas. Por lo general, los reyes y la princesa y Cedric, y de vez en cuando algún noble. La lámpara del techo tenía forma de seta con varias velas. Varias ventanas, circulares por supuesto, y cortinas de seda que terminaban de adornar la estancia.
Cedric fue el primero en terminar de cenar y se retiró a sus aposentos.
-          Tienes que ir a hablar con Suzu, Christopher. – dijo Farmel, con un semblante muy serio.
-          ¿Ahora? Está cansada tras el duro viaje. Necesita descansar.
-          Christopher, está asustada. En parte lo entiendo. Eres una persona carismática e imponente. Necesita saber que estás de su lado. Lleva varios días sin ver a su padre y sin nadie a su alrededor. Está desorientada.
-          Ya sabes que no puedo negarte nada. Pero tú también vienes. Fáran también es tu amigo. Y se te dan mejor éstos menesteres. – Christopher miró a su mujer de forma tajante y Farmel esbozó una dulce sonrisa.
-          Por supuesto que voy.
Ambos salieron del comedor. Aún llevaban puestas las armaduras. No se habían puesto la ropa de noche. Cruzaron a toda prisa los pasillos hasta llegar a la habitación de su invitada. Muy educadamente el rey golpeó la puerta. Suzu la abrió y se quedó sorprendida al ver a los reyes.
-          ¡Majestades! ¡Qué sorpresa! ¿Ocurre algo?
-          ¿Podemos pasar? Queremos hablar un poco contigo. – dijo el rey con semblante serio, pero amistoso.
-          Claro. No hay problema. – Suzu les hizo un gesto con la mano y los monarcas entraron.
Observaron la estancia y vieron el duro trabajo de Mindy. La había aseado y arreglado en un corto espacio de tiempo. Suzu se sentó en la cama, aún un poco sorprendida por la visita.
-          Bueno, sé que nos acabamos de conocer, pero queremos decirte que puedes contar con nosotros para lo que quieras. Cualquier cosa, nos lo comunicas y haremos lo posible por solventar el problema. – dijo el monarca con una mirada penetrante, pero llena de ternura y cariño.
-          Gracias, lo haré.
-          No tienes por qué disimular, jovencita. Sé exactamente cómo te sientes. Y reprimirlo no te ayudará. Déjalo salir de vez en cuando. Nosotros estamos y estaremos aquí. Mi marido y yo te ayudaremos en todo. – las dulces palabras de Farmel hicieron mella.
Suzu se dejó llevar. Sus ojos empezaron a humedecerse. Hacía varios días que se había separado de su padre. Había viajado por tierras desconocidas, sorteando varios peligros. No era débil, pero aún era una niña. Necesitaba desahogarse. Así que empezó a llorar desconsoladamente, sin parar. Las lágrimas le salían aunque ella se esforzaba para que no salieran. Farmel se sentó a su lado. La muchacha se acercó, y siguió llorando, abrazada a la reina. El rey también se acercó, y le acarició el pelo con dulzura y cariño. La niña finalmente logró percibir el cariño y la bondad que el rey emanaba pese a su figura imponente, y, sin dudarlo, se acercó, hundió su cabeza en el pecho del rey y continuó desahogándose.
Tras un buen rato, Suzu empezó a emitir sollozos, dando a entender que estaba terminando. Aún seguía con la cabeza hundida en el pecho del rey, pero se separó y volvió a quedarse sentada en la cama.
-          ¿Verdad que ahora te sientes mejor? – dijo Farmel con una tierna sonrisa en la cara.
-          Sí. Gracias, de verdad. Os lo agradezco de corazón.
-          Ahora duerme, pequeña. Mañana será un día maravilloso. Ya lo verás. – le dijo Christopher.
-          ¿Puedo antes contaros un relato que me contó mi padre cuando tenía 6 años?
-          Claro.  – dijeron ambos al unísono. – y Suzu empezó su relato.
-          Pues bien. Hace aproximadamente siete años, un bravo guerrero que no le tenía miedo a nada, que manejaba la lanza con gran soltura, que era aclamado y tratado como un héroe, y que se llamaba Fáran…….. – se detuvo un momento y observó que los reyes estaban completamente atentos a aquella historia que Suzu les estaba contando. Prosiguió.
-          Dicho héroe descubrió una guarida de bandidos. Sin pensárselo repartió justicia y acabó con todos. Pero se percató de algo. En un pequeño rincón oyó unos gemidos que provenían de una pequeña jaula de madera. Fáran se acercó y pudo ver en el interior de la jaula una pequeña niña de aproximadamente tres años, con el pelo rojo y ojos azules, casi desnutrida y con ropa destrozada. Fáran buscó bien y encontró pergaminos que confirmaban que aquella niña enjaulada era la hija de los líderes bandidos, y que pretendían venderla como esclava cuando hubiera alcanzado la edad oportuna.
Ambos reyes hicieron un gesto a la niña para que no siguiera contando la historia. Acababa de llorar desconsoladamente, y estaba claro que Suzu estaba contando su propia historia, aunque fuera a modo de cuento. Suzu negó con la cabeza, quería seguir. Al final ambos monarcas asintieron, y prestaron mucha atención.
-          Fáran sacó a la niña de la jaula y se la llevó a su casa. No sabía exactamente qué edad tenía. A juzgar por su tamaño unos tres años. Durante los tres años siguientes, Fáran alimentó a esa pequeña, le enseñó a hablar, ya que al principio sólo balbuceaba y emitía gemidos, las personas que la concibieron no se habían molestado en enseñarle ni lo más básico. Fáran apenas se separó de la chiquilla y la cuidaba bien. Había decidido que el día que la había rescatado de su jaula, dado que iniciaba una nueva vida, sería el día de su aniversario. Pues bien, el día que la chiquilla celebraba su sexto aniversario fue un día que esa niña nunca olvidará. – Suzu estaba empezando a ponerse triste de nuevo. Ambos reyes le sonrieron, y le cogieron la mano. Suzu había decidido sincerarse por completo y siguió.
-          El día que la niña cumplió 6 años, Fáran llevaba en una mano un zurrón con muchas monedas de oro. En la otra, nada. Fáran decidió contarle la verdad a la chiquilla. Le contó la verdad acerca de sus padres. No le ocultó ningún detalle. Le dijo que planeaban venderla como esclava. Pero, aún así, seguían siendo sus padres, y él los había matado. Le dijo a la niña que él era una mala persona y no podía continuar cuidando de la chiquilla. Así que le ofreció un montón de dinero. Y le dio a elegir. Aquella niña, con sólo 6 años tuvo que decidir entre seguir con el asesino de sus padres o iniciar una nueva vida. La niña no lo entendía. Fáran la había rescatado, le había dado un hogar, una identidad, se había convertido en su padre. Así que la niña empujó con fuerza la mano que sostenía el zurrón hasta que éste cayó al suelo. Ése día me convertí oficialmente en la hija de Fáran. Y ese día fue el día que empezó a llamarme Suzu. Mi verdadero origen no nos importaba, a ninguno. Desde los tres años he sido, soy ahora y seré por siempre la hija de Fáran, aunque no tengamos lazos de sangre, nuestro vínculo es igual de fuerte.
Ambos reyes estaban sorprendidos por la historia. El mensaje de Fáran les había puesto un poco sobre aviso pero lo que había contado la muchacha de diez años había superado con creces cualquier posible evento imaginado por sus majestades.
-          ¿Y lo tuviste tan claro con sólo 6 años? – preguntó Christopher.
-          Sí. Fáran me salvó. De no ser por él ahora posiblemente sería una esclava en cualquier casa de algún reino. Me enseñó a hablar, a leer, me alimentó adecuadamente. Se portó como un padre. Y para él también fue difícil. Me había cogido cariño durante los tres primeros años que estuvo cuidándome. Contarme la verdad fue duro para él. Si hubiera cogido el zurrón, nos habríamos separado. Probablemente para no vernos nunca más. No quiero pensar en eso. Fáran lo ha dado todo por mí. Le pidió tiempo a la reina Anashtar para atenderme debidamente. No me importa decirlo una y otra vez. Fáran es mi padre.
-          Y nosotros sus amigos. Y también parte de tu familia. Fáran es casi como un hermano para nosotros. No lo olvides. Puedes confiar en nosotros. – le dijo muy amablemente el monarca.
-          Lo sé. Gracias, de verdad.
-          Y ahora sí que debes dormir, jovencita. Buenas noches. – dijo Farmel después de darle un cálido beso en la frente.
Ambos monarcas salieron de la habitación. Suzu se quitó el batín y finalmente se acostó. Rápidamente sucumbió al sueño. Era la primera vez que dormía en una cama tan mullida. Los reyes fueron a la habitación de Claes, que estaba despierta, leyendo uno de sus libros, y le dieron también las buenas noches.
Christopher y Farmel se retiraron a sus aposentos, se dieron un merecido baño y también se acostaron.