Bueeeeeeeno
tras una larga espera y varios trámites por mi parte por fin está aquí
el primer capítulo. Las primeras páginas. Así podréis ver mi forma de
escribir y presentar a los personajes. Hay que hacer una aclaración:
Durante los primeros capítulos Claes y Suzu tendrán sólo 10 años. Es
importante por que acontecimientos futuros tienen lugar tras acciones
que transcurren en este periodo, así que es importante. Y Lian aparecerá
más adelante, cuando las muchachas ya tengan 15. Por último sabed que
el capítulo está registrado en el Prop en el Registro de Propiedad
Intelectual. La primera hoja contiene datos personales y direcciones de
correo. Para solventar dudas. Prometo contestar a todo el mundo pero
dadme tiempo. Y el segundo capítulo saldrá a principios del 2014. Hay
que esperar.
P.S. Ya sé que son muy pocas páginas pero los capítulos me duran eso, entre 10 y 15 páginas y el libro completo son 43 capítulos. No se puede hacer una valoración muy grande con lo poco que hay. Soy consciente. Pero el estilo, la forma, y con la introducción que puse por lo menos tenéis algún conocimiento del mundo. Haced lo que podáis. No me permiten publicar más de modo gratuito. Es lo que hay. Yo también estoy atado de pies y manos.
AVENTURAS EN
FAARGA
PARTE I: LAS
PRUEBAS HEROICAS
Autor:
Jorge Mifsud Talens
Móvil
de contacto: 608 472 582
Correo
electrónico: jorge_mifsud@outlook.com
1. ENCUENTRO
-
Enhorabuena,
majestad. Es una niña preciosa.
Con
ésas palabras concluyó el nacimiento de la pequeña Claes, hija del rey Christopher
y de la reina Farmel. Así pues, había nacido la princesa del reino de Faír,
reino situado al noroeste de Sulia.
El
nacimiento de Claes fue motivo de alegría. Sus majestades habían buscado desde
hacía varios años poder concebir un heredero al trono de Faír. Habían visto
truncada su fortuna en varias ocasiones, pero no perdieron la esperanza y su
convicción fue fuertemente recompensada.
Farmel,
la madre de la criatura, sostenía a su bebé en brazos, un pequeño cuerpecito
carnoso, cubierto con una manta blanca. Los ojos de la reina brillaron mientras
veía como su bebé sucumbía al sueño mientras era mecida suavemente por su
madre.
Su
marido, el rey, estaba sentado junto a ella, en una silla de madera con un
suave y cómodo cojín de seda y un respaldo de terciopelo, ambos de color rojo.
-
Por
fin, Christopher. Pensaba que nunca podríamos tener descendencia. – dijo
mientras sus ojos se humedecían de alegría.
-
Y ha
nacido en un momento de paz. Aún están vigor los tratados con Wendar y Jynx.
Sin duda una señal. – dijo el rey mientras se levantó de la silla y obsequió a
su mujer con un cálido beso en la frente.
Faír
era un reino que había sido maltratado por numerosas guerras. Durante muchas
generaciones Faír había estado en guerra con los vecinos reinos de Jynx y
Wendar. Sin embargo, poco antes de que Christopher y Farmel ascendieran al
trono, se consiguió firmar un tratado de paz.
Pero
era una época de grandes turbulencias. Las alianzas podían romperse en
cualquier momento, por cualquier motivo. Para celebrar el nacimiento de Claes,
se mandaron invitaciones a la gente de alto copete del reino, pero también se
mandaron invitaciones a los diversos mandatarios y demás gente importante de
los reinos vecinos. Querían seguir manteniendo la paz.
Aún
así, preferían ser cautos. Debido a la naturaleza belicosa de sus predecesores,
los reyes establecieron que no sólo los soldados debían ser adiestrados para
una posible confrontación, sino también se debía instruir, en la medida de lo
posible, a la gente de clase baja y a los nobles.
Así
pues, a los aldeanos, a los campesinos, e incluso a los nobles se les daban lecciones
en el manejo de las armas.
No
se oponían a ello, es más, muchos aldeanos y campesinos se mostraban encantados
de saber defenderse.
Tenían
que compaginar la recuperación de las tierras con el aprendizaje militar. Y lo
llevaban bastante bien. Se había conseguido en poco tiempo un gran avance.
Sus
majestades también sabían que su propia ley haría que su hija Claes fuera
adiestrada. No tenían reparos en ello. Ambos habían sido y eran grandes
guerreros no sólo dentro de Faír, sino de todo el continente.
Christopher
era un hombre corpulento. Su mera presencia intimidaba. Tenía el pelo castaño,
largo, y una frondosa barba. Sus ojos eran negros y su arma era la espada. Su
corona real estaba hecha de oro con varias gemas engarzadas en ella. Tenía un
porte y una elegancia dignos de admiración. Era un soberano querido y respetado
por la gente. Él y su mujer se habían ganado a pulso su merecida reputación.
Farmel era una mujer bastante apolínea. Tenía el pelo moreno largo, aunque a
veces se lo recogía en una coleta. Sus ojos eran verdes claros y era una
estupenda lancera. Era querida y respetada, pero también temida. Su corona era
también de oro, con gemas. Y en la frente le gustaba llevar una tiara de plata.
Pasaron
diez años rápidamente.
Claes
se había convertido en una muchachita digna de sus padres. Y había empezado su
iniciación en el arte de la lucha con espada. Desde los tres años le habían
asignado una tutora que le enseñaba cómo debe comportarse una princesa.
Protocolo, la forma de dirigirse a los demás, el respeto a la ciudadanía, eran
cosas que tenía que aprender, aunque fuera pequeña y le costara. No había
mostrado ningún contratiempo y su tutora estaba contenta y satisfecha del
trabajo que había hecho. Un poco más adelante, desde los seis años también le
habían enseñado la historia del reino. Claes había empezado a mostrar indicios
de poseer una enorme curiosidad. Preguntaba muchas cosas, quería respuestas
para todo y absorbía la información que se le daba, ya fuera de sus tutores, de
sus padres, o leyendo libros en la biblioteca del palacio. Ésa era una de sus
grandes aficiones, la lectura. A veces se pasaba horas sentada en la biblioteca
leyendo, aprendiendo.
La
biblioteca de palacio era una gran estancia circular, con montones de
estanterías rectangulares llenas de libros. Había un par de mesas circulares de
madera y cuatro sillas, con cojines y respaldos de terciopelo de color verdoso.
El hombre encargado de archivar y conservar los libros era Vok. De edad
avanzada, tenía el pelo gris casposo, y una gran barba. Ojos marrones y mirada profunda.
Solía vestir con una túnica de color azul celeste. En su juventud había sido
mago, aunque con poco poder mágico, y se sentía bien llevando esa túnica. Pero
lo que más le encantaba era ver a la princesa pasando tantas horas mirando
libros, ganando información absorta y metida de lleno en sus lecturas. Cuando
se sentaba a leer, parecía que el tiempo se paralizaba. Nada importaba, sólo su
lectura. Y era la única persona en todo el palacio a la que la princesa hablaba
de usted, y no de vos. Claes no sabía tampoco el por qué, pero ese hombre le
infundía un tremendo respeto, y desde el primer día le había hablado de usted.
Vok se mostraba encantado.
Las
puertas dobles de madera se abrieron, y Claes entró en la biblioteca. Tenía el
pelo negro, heredado de su madre, pero no tan largo, a la altura del cuello,
aunque bien liso. Sus ojos eran negros, heredados de su padre. Iba vestida con
una camisa simple, azulada, unos pantalones cortos marrones y unas botas
livianas y cómodas. Portaba un cinturón negro del cual prendía su espada de
madera. Había decidido pasarse por la biblioteca antes de entrenar con la
espada. Y a aquella hora, sólo estaba Vok, en una estantería, colocando libros.
Oyó el ruido de las puertas al abrirse, se giró y vio a la princesa.
-
Buenos
días, princesa Claes. – le dijo mientras le ofrecía una sonrisa.
-
Buenos
días, Vok. – la princesa le devolvió la sonrisa.
-
Parecéis
muy contenta esta mañana. – Vok notó un
brillo especial en los ojos de la muchacha.
-
Usted
ya sabe por qué estoy así. ¿Lo ha encontrado? – los gestos de Claes mostraban
cierta impaciencia. Vok la miró, con una sonrisa pícara.
-
Llevo
más de 30 años cuidando esta biblioteca, joven Claes. Haríais bien al no
subestimarme.
El
anciano Vok se acercó a una de las dos mesas. Encima había un pergamino
enrollado. Claes lo cogió, con decisión pero con cierta temeridad. Empezó a
desenrollarlo. Necesitaba verlo. Y ahí estaba. Era un dibujo. El dibujo de un
animal fantástico, de tamaño como un caballo, pero con la piel más suave y de
color blanquiazul, cuya crin y cola eran de un intenso color plateado, cuyos
ojos rojos rómbicos exhumaban belleza por doquier, y cuyo cuerno en forma de
espiral en mitad de la frente hacía poner los pelos de punta a aquella muchacha
de diez años. Un unicornio, un animal que sólo se había visto en las Islas
Abismales, en la parte más suroeste del continente. Claes miró el dibujo con
una gran sonrisa, y se quedó fascinada por la criatura que había dibujada.
-
Muchas
gracias, Vok. Sabía que podía confiar en usted. – dijo la muchacha mientras le
ofreció un bonito y cálido abrazo en señal de agradecimiento. El anciano le
acarició el pelo con dulzura.
-
¿Por
qué estáis tan interesada en ese ser? – preguntó de pronto.
-
Por
que he leído sobre los unicornios en varios libros. Y siempre me han fascinado.
Son unas criaturas místicas, bellas, casi divinas. Y lejos de nuestro alcance. –
ésta última frase la pronunció con cierto tono de decepción, que Vok percibió.
-
Desde
luego, son unas criaturas interesantes. Aunque pueden llegar a ser muy
peligrosas. – le advirtió el anciano.
-
Lo
sé. – dijo solamente. Soltó un suspiro, y volvió a enrollar el pergamino, para
depositarlo en la mano del anciano. – Gracias por habérmelo mostrado.
Necesitaba verlo con mis ojos. – le dedicó una cálida y sincera sonrisa.
-
No
tenéis que agradecerme nada, princesa. Sabéis que haría cualquier cosa por vos,
siempre que esté en mi mano. Y ésta petición era fácil cumplirla.
-
No
quiero parecer presuntuosa, ni demasiado atrevida, pero quisiera preguntar cómo
tenemos en la biblioteca un pergamino con el dibujo de un ser que tiene su
hábitat muy lejos del reino.
-
Me
temo que no puedo responder a vuestra pregunta. Pese a que soy el más anciano
en todo Faír, cuando empecé a dedicarme al cuidado de la biblioteca, éste
pergamino ya se hallaba en ella.
Claes
puso un claro gesto de decepción. Pero no podía hacer nada. Durante un breve
espacio de tiempo Claes se quedó observando aquellas estanterías. Se quedó
ensimismada. Sin embargo no podía permanecer durante mucho más tiempo. Estaba a
punto de empezar su sesión de espada, y no se la iba a perder por nada del
mundo. Claes sabía que sus padres habían sido bravos guerreros, y que aún
seguían siéndolo. Así que, ella tenía que estar a la altura. Le dieron a
elegir, pero instintivamente fue de cabeza a por la espada. Se tomaba los
entrenamientos muy en serio. Le habían contado que, antes de llegar a ser los
monarcas del reino, sus padres también vivieron grandes aventuras, cada uno por
su cuenta. Se despidió del anciano Vok, abrió las dobles puertas de madera y
salió en dirección al patio, donde tendría lugar su lección diaria.
No
muy lejos de la zona donde la princesa daría su clase con espada, una muchacha
de edad similar a la de Claes había llegado por fin a la entrada del palacio
real. Sin duda el palacio era una obra arquitectónica impresionante. Forjado y
trabajado con piedra, con cuatro torres circulares, una en el suroeste, otra en
el noroeste, en el sureste y noreste. Las torres de vigilancia controlaban todo
lo que pasaba en el exterior. Era un
edificio hermoso y a la vez enigmático, pese a que no estaba del todo reparado
del daño que habían causado en él las guerras pasadas. Algunas paredes
presentaban pequeñas hendiduras, o estaban derruidas. Pero aún así era una
estructura fascinante. La parte superior del palacio era una gran cúpula, que
encerraba la parte inferior. Las ventanas eran de madera, con forma circular.
La entrada, una gran entrada con barrotes de hierro puestos de forma vertical,
estaba custodiada por un par de guardias, ambos con la armadura típica
fairiana.
Era
un único conjunto, en cuyo torso había dibujada la cara de un león con la boca
abierta, enseñando los colmillos, dispuesto a hincar el diente. La armadura era
metálica, y aunque daba la sensación de ser pesada, en realidad era cómoda y
con bastante libertad de movimientos. Llevaban brazales negros en los brazos,
hombreras rojas circulares, y grebas metálicas en las piernas. Botas metálicas
y casco encima de la cabeza. En la mano derecha un pequeño escudo de madera
redondo. Llevaban colgada del cinturón una espada, envainada.
La
muchacha se detuvo a un metro de los guardias. Iba vestida con una camisa
negra, un poco rasgada, unos pantalones de cuero también negros, unas botas marrones
desgastadas y medio rotas, y una bufanda blanca atada al cuello. Tenía el pelo
de color rojo intenso, largo y arreglado con una triple coleta, unos ojos
azules claros como el mar, y llevaba colgada en la espalda una lanza.
-
¡Alto!
Identifícate, muchacha. – dijo uno de
los soldados.
-
Soy
Suzu, hija de lord Fáran, y traigo un mensaje para su majestad. – dijo muy
seria, clavando sus preciosos ojos en los del soldado.
Ambos
soldados se miraron, y empezaron a soltar carcajadas burlonas. La muchacha
seguía seria. No se dejó amilanar.
-
¿Lord
Fáran? No nos vengas con estupideces, niña. Y no mancilles el respetable nombre
de lord Fáran.
-
Es
verdad, soy su hija. – los soldados siguieron riendo.
-
Lord
Fáran es un héroe aquí en Faír, y no hemos sido informados que tuviera una
hija. Piérdete, mocosa.
Aquellos
soldados tenían una edad similar a la de su padre, y parecía que conocían su
historia. Siguió mirando a los soldados a los ojos, mostrando sinceridad. Tenía
una prueba de que era hija de lord Fáran, pero lamentablemente sólo su majestad
podría reconocerla. Pero aquellos guardias no daban su brazo a torcer. No la
iban a dejar pasar. Necesitaba transmitirle un mensaje al rey. Era urgente.
Tendría que encontrar otra forma de entrar. Dejó de insistir, agachó la cabeza
y se alejó de la puerta, mientras escudriñaba con la mirada la impresionante
visión del palacio a su espalda, e intentaba distinguir alguna forma de poder
acceder a su interior.
Claes
había terminado el entrenamiento con espada, así que se dispuso a darse un buen
baño, a ponerse ropa más elegante y a volver a la biblioteca para leer. Cruzó
los jardines de palacio. Varios parterres rectangulares con flores de diversos
colores y tamaños. A la muchacha le gustaba pasar por allí. Se sentía cómoda entre
las flores. En más de una ocasión había estado tentada de acostarse sobre las
flores y disfrutar de la vista al cielo, pero había apartado la idea de sus
pensamientos, pues si hacía eso se iba a llevar un buen sermón por parte de sus
padres. En la zona central del jardín había una pequeña construcción circular.
La muchacha se detuvo un momento. Desde ese extraño mirador, podía contemplar
todo el jardín, y su vista le gustaba. Siguió caminando. Salió del jardín y se
dispuso a entrar de nuevo en palacio, cuando se percató que un poco más
adelante habían varios soldados parloteando. Le entró la curiosidad. Quería
averiguar qué se estaba cociendo. Disimuladamente se escondió en una columna
que había cerca de su posición. Aguzó el oído pero pudo captar fragmentos de la
conversación, puesto que hablaban muy deprisa y no quería ser descubierta.
-
……..
muchacha joven.
-
……
hija…… lord Fáran.
-
…..mensaje……majestad……burla.
Había
captado lo más importante del mensaje. Que se había presentado en palacio una
chiquilla que decía ser la hija de lord Fáran y nadie la había creído. Es más,
para más inri hasta se habían burlado de ella.
Claes
había escuchado en varias ocasiones a su padre hablar de Fáran. La única
persona a la que Christopher ha llamado <<amigo>>. El rey le había
contado a su hija algunas aventuras que había compartido con Fáran, antes de
ser rey. La única persona que, pese a saber que Christopher era sucesor al
trono, se comportaba con él de la misma manera que siempre. Nunca le había
tratado diferente. Se ayudaban y peleaban juntos si era necesario. Claes se
quedaba embobada escuchando a su padre, y es que, cuando hablaba de Fáran, se
le iluminaban los ojos. Claes lo había captado, pese a tener sólo 10 años. Mucha
gente fingía llevarse bien con su majestad, reían y lo apoyaban, sólo para
sacar tajada y beneficio propio. Fáran en cambio, no. De hecho, cuando
Christopher asumió el trono de Faír y le concedió a su amigo el título de lord,
Fáran al principio se había negado a aceptarlo. Al final accedió, aunque de mala
gana, por ver contento a su amigo. Prácticamente todos en Faír habían oído la
leyenda de Fáran, así que a pocas personas se les ocurriría intentar hacerse
pasar por familia directa suya. Fáran era respetado. Así que Claes intuyó que
esa muchacha no podía decir una mentira. ¿O si?
¿Habría
alguien capaz de semejante acto ruin y despreciable sólo para beneficio propio?
Tenía
que averiguarlo. Ahora no podía pensar en otra cosa. Pero no le dejarían salir
de palacio y buscar a la muchacha sin una escolta. Inmersa en sus pensamientos,
empezó a recorrer de nuevo el jardín. Mientras lo recorría, no oyó unos pasos que se
acercaban a ella a toda velocidad. Y se acercaban de frente, aunque la persona
que se acercaba tampoco vio a la princesa, pues tenía la mirada puesta a sus
espaldas. Se produjo un encontronazo y ambas cayeron al suelo. Se levantaron
rápidamente y se miraron. Claes la vio. Una chiquilla de edad parecida a la
suya, que encajaba con la descripción que había oído a duras penas momentos
atrás. La muchacha pareció reconocer a Claes, pues sus ojos se iluminaron. Y
eso que era la primera vez que se veían.
-
Princesa…princesa
Claes. ¿Me equivoco? – dijo la muchacha mientras saludaba a Claes con una
reverencia muy cortés y educada.
-
¿Y
vos sois? – preguntó Claes, un poco sorprendida por la reverencia, pero
mostrándose cauta, escrutando a la intrusa con la mirada.
-
Disculpad
mi atrevimiento. Soy Suzu, hija de lord Fáran. Y tengo que entregar un mensaje
a su majestad el rey Christopher. – Suzu tenía la mirada limpia y serena.
-
¿Cómo
habéis conseguido entrar? Tenía entendido que los guardias no os habían dejado
cruzar la puerta.
-
Así
es. Me negaron la entrada. Encontré una pared con una grieta y no me lo pensé. Pero
puedo demostrar que no miento. Mirad atentamente, princesa Claes.
Suzu se quitó la blanca bufanda que
llevaba atada al cuello y cayó al suelo un pequeño trozo de papel que ocultaba
algo metálico en su interior. La muchacha lo cogió del suelo y quitó el papel.
Una bella daga con una empuñadura blanca y una hoja brillante hicieron relucir
por un momento el rostro de Suzu. Le mostró la hoja a Claes. Tenía en la
esquina superior izquierda la palabra FÁRAN escrita en la hoja. Era una daga
ceremonial. Su filo no era cortante. Claes reconoció enseguida esa daga. Su
padre le había contado que tras su ascenso al trono, Fáran había sido llamado
para ponerse a los servicios de la reina Anashtar, soberana continental de
Sulia. Y antes de partir, el rey Christopher le había regalado una daga que
había hecho especialmente para él, aunque nadie lo sabía.
-
Conozco
esta daga. Mi padre me ha hablado ella.
-
Me lo
imaginaba. Mi padre sabía que su majestad no resistiría la tentación de
contarle su historia a su hija. – dijo
esto mientras sonreía amablemente.
-
Así
pues, éste es un momento muy especial. – dijo Claes de pronto, abrumándose.
-
Cierto.
Es un momento único. Las hijas de los dos mejores amigos se conocen.
-
Aunque
nuestro encuentro ha sido un poco peculiar.
-
Lamento
haber saltado, pero necesito hablar con vuestro padre. Tengo un importante
mensaje que entregarle.
Claes
puso un gesto serio de repente. Sabía que a esa hora sus padres no iban a poder
atender su petición. Tendrían que esperar un par de horas por lo menos. Volvió
a mirar a la muchacha. Sus ojos negros se clavaron en los bellos ojos azules de
Suzu.
-
Hablaré
con mi padre. Pero antes, decidme, y perdonad mi osadía. ¿Habéis venido sola?
Suzu
soltó un suspiro, pero sostuvo la mirada inquisitiva y curiosa de la princesa.
-
Efectivamente.
He viajado durante varios días, sola. Desde el reino de Muodi Grun´El.
Claes
no pudo evitar su asombro. Aquella muchacha tenía su edad, y había venido sola
desde otras tierras. Había atravesado llanuras, montañas, bosques, ríos para
llegar hasta allí. En su interior nació una chispa de admiración y respeto por
Suzu. Ahora no cabía la menor duda, era hija de Fáran. Su resolución era
grande, así que Claes iba a olvidar el incidente de la escalada. No podía
decirle nada. Observó la vestimenta de la muchacha. Físicamente eran bastante
parecidas, y no podía presentarse ante el rey vestida de aquella manera, con la
rupia sucia y semi desgastada por el viaje. La princesa iba a ayudarla. No
sabía muy bien el por qué, pero tenía la urgente necesidad de ayudarla.
-
Vuestra
ropa está hecha jirones. No podéis
presentaros ante mi padre vestida de ésta guisa. Venid conmigo. – le dijo de
buena gana.
A
Suzu no parecía importarle en absoluto el estado de su ropa. Es más, parecía bastante
acostumbrada a llevar ropajes similares. No obstante, aceptó la oferta de la
princesa. Era cierto que no podía tener una audiencia con su majestad con la
ropa que ella llevaba. Ambas avanzaron por el jardín. Pero en lugar de entrar
por la puerta principal, Claes abrió una puerta situada en mitad de una pared,
justo en mitad del jardín. Ambas se introdujeron en palacio.
Suzu
se quedó maravillada. Los pasillos del palacio, pese a no ser excesivamente
amplios, sí estaban bien cuidados y ornamentados. Varias mesitas con jarrones y
flores decoraban los pasillos. Las lámparas eran de cristal, con diversas
formas. Claes notó que Suzu nunca había visto un palacio, o al menos, no uno
tan bien cuidado como aquél. Las ventanas tenían forma circular, y eran de
madera. Ambas muchachas subieron unos escalones de mármol con tapices de terciopelo
rojo. Se cruzaron con varias doncellas mientras seguían caminando por aquellos
pasillos tan bien trabajados. El atuendo de las doncellas del reino de Faír era
bastante básico. Un conjunto de camisa y falda de color negro, que llegaba
hasta las rodillas, un delantal blanco encima, una cofia blanca en el pelo,
unos calcetines negros que tapaban la parte de las piernas que quedaban al
descubierto por la falda, y unas botas cómodas de color negro. Las doncellas
inclinaban la cabeza al paso de las muchachas. Claes ya estaba acostumbrada y
no le daba la menor importancia. En cambio Suzu parecía sentirse cohibida.
Algunas doncellas doblaban e incluso triplicaban su edad, y le ofrecían
reverencias y cálidas sonrisas a su paso. La muchacha devolvía todos los saludos
y reverencias, pero no se sentía cómoda. Claes se detuvo ante una de las
doncellas.
-
Buenos
días princesa Claes. Buenos días jovencita. – dijo la mujer saludando a ambas.
Suzu le devolvió el saludo.
-
Buenos
días Mindy. Ha terminado mi lección y necesito darme un buen baño. Prepara
también un baño para mi compañera, y coge para ambas ropa de mi armario. La mía
que sea cómoda y elegante. – dijo la princesa mientras le guiñaba un ojo a
Suzu.
-
¿Vos,
jovencita? ¿Qué ropa deseáis? – preguntó Mindy a Suzu.
-
A….algo
discreto, por favor.
-
Ponle
también algo cómodo y elegante. – dijo Claes.
-
Inmediatamente.
Mindy
asintió con la cabeza y siguió su camino. Era la doncella personal de la
princesa Claes. Tenía unos 25 años, el pelo rubio y los ojos verdes. Era muy
atractiva, y los varones siempre estaban detrás de ella. Era muy trabajadora,
servicial y amable, y desde que había sido escogida doncella personal de la
princesa le había cogido mucha simpatía y cariño. Y Claes la trataba muy bien y
le hablaba de varias cosas, siempre sin estorbar su trabajo.
-
Es
muy atractiva esa doncella. – dijo Suzu de pronto.
-
Sí.
Es Mindy. Mi doncella personal.
-
¿Doncella
personal? ¿Os sirve a vos solamente? – Suzu nunca había tenido nada parecido a
Mindy.
-
Sí.
Se encarga de organizar mi ropa, mantener limpia mi habitación, organizarme las
cosas, sin ella mi habitación sería caótica.
-
Vaya.
Por cierto, gracias por ofrecerme ropa vuestra.
-
No es
nada. Venga, vamos a darnos un baño.
La
muchacha asintió. Llevaba de viaje varios días y necesitaba relajarse un poco.
Ambas disfrutaron de un buen baño caliente que les sentó de maravilla. Mindy
las secó a ambas y las vistió con ropa que había cogido del armario de la
princesa. Suzu se sentía incómoda, estaba acostumbrada a vestirse ella sola,
pero tuvo que dejarse llevar, no quería ofender a la princesa, que se había
ofrecido, sin conocerla de nada, a darse un baño con ella y a prestarle ropa
suya. Fáran le había hablado a su hija de la bondad y el buen corazón de su
majestad. Y estaba claro que su hija era clavadita en muchas cosas a su padre.
Claes iba vestida con un hermoso traje blanco con franjas azules. El traje de
Suzu era parecido, pero con franjas rojas. Mindy le había dado a Suzu la daga y
la carta para el rey, y había lavado su ropa. También le había devuelto la
lanza, que volvió a colgar de su espalda.
-
Os
queda de maravilla. – le dijo Mindy a Suzu tras vestirla. La muchacha no las
tenía todas consigo, pero no dijo nada.
-
Mindy,
necesito que hagas una cosa por mí.
-
Cualquier
cosa, princesa. Pedid lo que queráis.
-
Enséñale
a Suzu el palacio. Yo tengo que ir a intentar hablar con mi padre para que le
conceda una audiencia con premura.
-
Entendido.
Os esperaremos en vuestra habitación tras acabar.
Suzu
y Mindy se fueron en una dirección, mientras que Claes se fue por otra. La
princesa recorrió los pasillos con rapidez. Tenía ganas de ver la expresión de
su padre cuando le contara que había conocido a la hija de su mejor amigo. Y la
muchacha había dicho que tenía un mensaje urgente para él. Se apresuró más
todavía. Pero de pronto algo la detuvo en seco. Había visto una sombra conocida
girar por uno de los pasillos que ella tenía que recorrer. A esa hora no había
nadie cerca. Claes se pegó a la pared, y asomó la cabeza con cuidado. En mitad
del pasillo se hallaba Cedric, el Consejero real. Cedric era un hombre de unos
40 años, vestía con una túnica azul, puesto que era un mago, y de los más
poderosos del reino. Tenía el pelo gris, ojos marrones y nariz puntiaguda. Vestía
con unas botas de mago, cómodas. Una pequeña cuerda atada a la cintura, de la
cual colgaba su bastón. Era un bastón de madera con un diamante en su punta
redondeada. Había sido tallado con gran cuidado y maestría por un hechicero
tiempo atrás, y Cedric lo había heredado. El mago se encontraba, con semblante
muy serio, parado en una puerta a su izquierda. Giró la cabeza y estuvo a punto
de pillar a Claes, pero ésta se volvió a esconder y suspiró. Se asomó
tímidamente, y vio que el mago abría la puerta y se introducía en ella. Siempre
había sentido una gran curiosidad por aquella puerta. No tenía pomo ni ninguna
hendidura ni nada. Era una puerta aparentemente normal, de madera, sólo que era
mágica. Claes había preguntado en varias ocasiones qué había en su interior,
pero nadie le había contado nunca nada, y eso sólo reavivaba su curiosidad
hacia ella. Salió de su escondite y se acercó a la puerta. No había olvidado su
misión de hablar con el rey para que Suzu pudiera entregarle el mensaje, pero
Cedric solía pasar mucho tiempo con los monarcas, así que Claes asoció
directamente a Cedric con sus padres, y era una ocasión idónea para despejar
sus dudas sobre la puerta y lo que encerraba. Para su sorpresa, el mago había
olvidado ponerle de nuevo el sello mágico, así que se introdujo en ella, con
cautela. Una vez dentro, cerró la puerta sin hacer ruido. Se encontró con una
imagen curiosa. Allí no había absolutamente nada, salvo una antorcha encendida
en una pared y una apagada a su lado. Ninguna ventana, ninguna mesa, nada. El
vacío infinito. Claes tragó saliva. Algún mecanismo oculto había, puesto que
Cedric no estaba tampoco allí dentro. El corazón se le aceleró. Para ella esto
era una pequeña aventura dentro del palacio. Se armó de valor y cogió la
antorcha que estaba encendida. No sucedió nada. Claes palpó la superficie de la
pared, buscando algún resorte, o algún ladrillo hueco, algo, lo que fuera.
Nada. Estaba a punto de darse por vencida, cuando se fijó en las antorchas.
Estaban puestas paralelamente. ¿Y si…..? Se preguntó para sí misma. Cogió la antorcha
encendida, y la colocó sobre la otra, encendiéndola también. Luego volvió a
poner la primera antorcha en su sitio. Ambas estaban ahora encendidas. El
corazón le iba a mil por hora. Se oyó un clic no muy lejano, y una pequeña
superficie de la pared se levantó, revelando una puerta oculta. La muchacha
hizo un gesto triunfal, y una mueca de satisfacción. Había llegado muy lejos,
no podía retroceder ahora. Inspiró profundamente. Tragó saliva. Se adentró en
la puerta que se había abierto.
-
Estáis
muy callada. ¿Os sucede alguna cosa? – preguntó Mindy a Suzu, tras un pequeño
rato caminando sin que dijera nada.
-
No….
Es sólo que…..no estoy acostumbrada. – dijo sin más.
-
La
princesa os ha dejado a mi cargo por el momento. Pero no puedo hacer nada más
que preocuparme si veo que mostráis esa expresión tan mustia.
-
Lo
siento. Es que estoy nerviosa. Todo el mundo es muy amable conmigo. Bueno, casi
todo el mundo. – dijo esto último, acordándose de los soldados de la entrada
que no le habían permitido el paso, aunque no podía culparlos. Ellos hacían su
trabajo. Y lo de la burla prefirió olvidarlo y no preocuparse.
-
Naturalmente,
la hija de lord Fáran se merece todo nuestro respeto y atención. – Suzu se
detuvo de pronto.
-
¿Lo
sabéis? – Mindy soltó una risotada, pero no burlona, sino llena de ternura y
comprensión.
-
Aquí
las noticias vuelan, muchacha. Y no es normal que su majestad no os haya
recibido aún. Pero no os preocupéis. La princesa Claes hablará con su majestad
y pronto se aclarará todo.
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Gracias,
Mindy. Sigamos con el paseo, por favor. – Suzu estaba más tranquila. Y notaba
que todos sentían un gran afecto por su padre. No pudo evitar pensar en él y
ponerse melancólica. Pero Mindy le regaló un par de sonrisas, notando que la
muchacha se distraía, y se calmó.
Claes
parecía que había entrado a otra dimensión. Se encontraba en una especie de
cueva. Había mucha humedad. Cada pocos pasos había una antorcha con luz así que
por lo menos estaba iluminada. Las paredes estaban cubiertas de telarañas y
Claes había reprimido varias veces el impulso de soltar un grito. Eso la
delataría, y quería adivinar qué pasaba en aquella estancia. Y Cedric le había
ofrecido la solución a su problema en bandeja. Lo que sí le recorrió fue un
escalofrío por toda la espalda. Por un instante pensó que Cedric jamás se
olvidaría cerrar la puerta mágica. Se acordó de pronto que el mago casi la
había sorprendido en la puerta. ¿La había visto? A Claes se le hizo un nudo en
la garganta. Empezaba a costarle respirar con normalidad, mientras seguía
avanzando por aquel extraño pasillo iluminado por las antorchas y lleno de
telarañas. Al final del pasillo había una abertura en forma de puerta que
conducía a una escalera de caracol, con
peldaños que parecían estar suspendidos en el aire. Claes sabía perfectamente
que era el efecto de la magia. Pero le costó un poco al principio. Puso un pie
en el primer escalón, con cuidado apoyó el segundo. Se percató que la pared
había desaparecido. El peldaño de madera estaba realmente suspendido en el
aire, en el vacío. Incluso las antorchas levitaban. Tragó saliva de nuevo.
Empezó a cruzar los escalones y a bajar aquella escalera. Hubo un momento que
se desestabilizó su equilibrio y estuvo a punto de caer. Movió los brazos como
si fuera un pájaro que agitaba sus alas y recuperó el equilibrio. Soltó un
suspiro. Por suerte ya empezaba a vislumbrarse el fondo de la escalera. El
último tramo lo hizo más rápido, y se alegró cuando notó que volvían las
paredes. Al final de la escalera había otra abertura en forma de puerta. La cruzó y se quedó sin palabras. Se
encontraba en una inmensa galería de piedra completamente iluminada, sin ningún
tipo de lámpara o antorcha. Luz mágica. No muy lejos pudo distinguir una
figura. Avanzó un poco y se escondió en una roca que había cerca. La galería
seguía mostrando la misma humedad que presentaba el resto de la cueva. Por
encima de donde la princesa estaba escondida, había varias estalactitas. Claes
se asomó. Y vio algo estremecedor. Allí estaba Cedric, plantado en mitad de la
sala, con aire sumamente concentrado. Tenía los ojos cerrados, y parecía estar
acumulando poder mágico en el bastón, que llevaba sujeto por ambas manos. El
bastón emitió un suave brillo. Cedric abrió los ojos y puso el báculo hacia
arriba. Una inmensa esfera de fuego se materializó y ascendió. El impacto
contra el techo fue tan grande que toda la sala retumbó, parecía estremecerse.
Un par de gotas de agua cayeron de las estalactitas y fueron directamente a la
sien de la muchacha, que emitió un grito. Rápidamente se escondió de nuevo y se
frotó la sien con la mano. El agua estaba heladísima. Se asomó tímidamente y
comprobó que el mago no se encontraba ya en la galería. El corazón empezó a
latirle muy deprisa. Y pegó un salto cuando oyó una voz a su espalda.
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¿Princesa?
Por todos los magos del reino, ¿Qué hacéis aquí? – dijo Cedric con el rostro
sorprendido y los ojos abiertos cómo platos.
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¡Cedric!
Lo….lo siento. Estaba buscando a mi padre. Os he visto entrar por la puerta
mágica y os he seguido. No pretendía espiar ni nada, sólo quería encontrar a mi
padre.
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Es
una insensatez. – dijo poniéndose las manos en la cabeza. – Ésta estancia es
para perfeccionar mi magia. Es muy peligrosa. No quiero imaginar lo que hubiera
pasado si la esfera de fuego hubiera rebotado y os hubiera alcanzado. ¿Qué le
habría dicho a vuestro padre? No podéis ser tan descuidada.
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Ya os
he dicho que lo siento. Además, yo no habría podido entrar si la puerta
estuviera cerrada. – Cedric se tranquilizó un poco, pero seguía estando
enfadado y preocupado. Ambas cosas.
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Bien.
Puesto que yo tengo parte de culpa, vamos a obviar vuestra pequeña incursión,
pero sólo por esta vez. Me aseguraré de cerrar la puerta.
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Bien.
Y ahora, ¿dónde están mis padres?
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Sus
majestades están…… - se quedó pensativo de pronto. - …… en un momento íntimo y
no se les puede molestar.
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¿Íntimo?
– Claes puso cara de circunstancias, pero Cedric no iba a dar más detalles. La
princesa aún era demasiado joven. – Pero necesito hablar con ellos. La hija de
lord Fáran está en palacio con un mensaje para mi padre.
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¿Qué?
La…. La….hija de lord Fáran…..¿Aquí? Ni siquiera sabía que tenía una hija.
¿Dónde está?
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Con
Mindy. Está enseñándole el palacio.
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Bien.
Volved con ella y aguardad mi regreso. Voy inmediatamente a buscar a sus
majestades los reyes.
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¿Tengo
que volver a subir los escalones que vuelan? – Claes clavó sus ojos negros en
los del mago, que soltó una carcajada. Claes creyó que se estaba burlando de
ella y no le gustó.
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Eso
os pasa por seguirme. Hay una forma fácil de subir arriba. Os acompañaré.
Cedric
y Claes llegaron a la estancia de los peldaños. El mago le indicó que se
subiera al primero. La muchacha subió. El mago emitió una palmada. Y el peldaño
subió para arriba. Fueron un par de segundos, pero a la princesa le parecieron
eternos. Gritó muy fuerte y cerró los ojos. Los volvió a abrir y ya estaba
arriba. Cedric hizo bajar el escalón de nuevo y subió mediante otro. Ambos
llegaron a la habitación vacía y Claes emitió un profundo y largo suspiro,
mientras se puso una mano en el pecho y notó que el corazón le latía muy
deprisa. Cedric soltó una carcajada y la princesa le soltó una mirada enfadada.
El mago y la princesa salieron por fin de la habitación y se separaron. Cedric
iba a buscar a los monarcas y Claes volvió a su habitación para darle a Suzu la
noticia. Pronto se aclararía todo el asunto.
Sencillamente genial, me he quedado con esa sensación de querer saber como sigue la historia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, algunas cosas me sonaban y una de casi el final que empezaba igual pero acaba de forma diferente.
A mi me ha enganchado, buen trabajo!!
Gracias!! Sí lo de la cueva es parecido al primer argumento. Ese tramo me gustó y lo conservé, actualizándolo al nuevo argumento. El segundo saldrá a principios de año. Os toca esperar un poco.
EliminarQuiero mas , quiero massssss :))) esta muy interesante.Para cuanto el siguiente?
ResponderEliminarJajajaja. El segundo saldrá a principios de año. Y ya habrá que esperar a ver si me dejan publicar el completo.
EliminarEstá muy bien, sobretodo la descripción de los personajes y de los entornos, así como la elaborada trama que te deja con ganas de saber como continuará. Ya tengo ganas de poder leer el siguiente capítulo.
ResponderEliminarGracias tío. La verdad es que cuándo empecé me costó mucho encontrar el formato que me gustaba cuándo era lector. Y una historia con tantísimos personajes tan diferentes es muy complicada. El siguiente sale a principios de año. Y ya a hacer fuerza entre todos para que me dejen publicarlo. A ver si consigue ver la luz. Ojalá.
EliminarUna vez más chapó! Algunos detalles me han recordado a la saga de libros que me estoy leyendo " Septimus Heap", esperaré con pacienca la segunda parte, ojalá logres tu cometido, saludos!
ResponderEliminarGracias Virgi. Tú siempre apoyando mis historias desde que nos conocemos. A ver si esta por fin consigue ver la luz. Voy a hacer todo lo que pueda. Saludos y cuidaos!
EliminarMuy chulo!!! Tenemos ganas de saber más de la historia....
ResponderEliminarGracias Anita :) En cuanto me sea posible pongo el segundo. A hacer fuerza entre todos.
EliminarLo cierto es que llevaba sin motivarme realmente un libro de Fantasía desde "Memorias de Idún". En mi opinión, este género es difícil de defender puesto que el autor tiene que crear todo un universo como en este caso, en el que la introducción, entre otras cosas, lo reflejan. Hay varias cosas que me gustaría destacar y que son las que más me han gustado: el héroe principal en este caso es heroína y, además, heredera del trono en un contexto medieval; por otro lado, a esta le gusta la lectura, se resalta su gran curiosidad y no solo su manejo con la espada.
ResponderEliminarMemorias de Idún es todo un clásico. El triángulo entre Jack, Kirtash y Victoria es genial!! Sí, es que no quería hacer una prota que fuera guerrera y punto, quería darle más trasfondo, más carisma. El típico prota que es muy fuerte pero de inteligencia cero ya está muy visto. Graciaaaaas.
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